Querido Gabriel,
Hace unos días, Claudia Restrepo, elegida esta semana como rectora para la Universidad Eafit, y Brigitte Baptiste, rectora de la Universidad EAN, sostuvieron una conversación que ahora parece profética sobre las mujeres en la academia. Hacia el final de la charla, esta última nos sacudió con su invocación a la “fuerza telúrica de lo femenino, esa fuerza disruptiva, que saca de quicio, la de la cualidad de no estar apegadas a lo fijo, la que vive las contradicciones, la de las dudas permanentes que no destruyen, sino que crean, la fuerza de la intuición que equilibra, la de la capacidad adaptativa gigantesca”.
Escucharlas en ese aquelarre filosófico fue como una fiesta para celebrar la fuerza femenina. Su ejemplo es un motivo más, como si faltaran, para pedir más mujeres en roles de liderazgo; nos recuerda el ideal de la recientemente fallecida jueza norteamericana Ruth Bader Ginsburg: “Las mujeres pertenecen naturalmente a todos los espacios en los que se toman decisiones”. ¿Conversamos sobre las mujeres líderes, esas brujas que descubren su magia más profunda?, ¿reflexionamos acerca del papel de las organizaciones para animar esta transformación social y el de los hombres como aliados en esa larga peregrinación hacia la justicia?
La etimología de la palabra bruja está perdida en las sombras de los tiempos. Diferentes teorías la acercan, sin embargo, a la tradición celta, asociada con pociones, hechizos, encantos e, indudablemente, con la magia, con lo inexplicable. ¿Pero no es del encuentro con lo inexplicable, lo desconocido, lo oculto, de “vivir las contradicciones”, de donde emanan las más antiguas tradiciones espirituales, la filosofía y la misma ciencia? En algunos textos llaman brujas a las mujeres sanadoras, que ven la muerte como algo natural, las mujeres libres, las que se conectan con la naturaleza y con su propia esencia. Quizá ser bruja sea igual que ser sabia, equivalente a ser maga.
Posiblemente, el primer papel que los hombres tengamos en esta historia sea, entonces, no estorbarles a las mujeres, ni consciente ni inconscientemente, romper con este lado oscuro de nuestra cultura. Una mujer, habrá que seguirlo recordando, no puede supeditar su vida a la de su compañero, sus hijos, ni su empresa. El segundo, quizá, sería convertirnos en hombres completos, que descubrimos nuestra intuición y emoción, que aprendemos a convivir con nuestro femenino interior, para así respetar y animar al femenino que encontramos afuera. Así podríamos hacer un tránsito de machistas a ex machistas, a aliados, a feministas y, finalmente, a hombres integrados, capaces de ser parejas de mujeres inteligentes, amigos de mujeres, mentores de mujeres, colegas de mujeres, sin ambigüedades, sin jerarquías, sin violencias.
Esta semana, la del día de las brujas, podría servirnos para recordar que estamos en la era de las brujas, las mujeres que lideran. ¿No te parece la más feliz coincidencia que el viernes Proantioquia y Comfama hayamos lanzado nuestro programa de mentoría de y para mujeres líderes en lo público, lo artístico, lo empresarial y lo académico? Invitémonos a la esperanza con este pequeño gran avance. Como dijo la misma magistrada, llamada popularmente por sus iniciales RBG: “El cambio real, el cambio duradero, sucede un paso a la vez”.
Provoquemos la tertulia con este bello texto que Borges escribió precisamente en colaboración con una mujer, Margarita Guerrero, en El Libro de los seres imaginarios, para hablar de las valquirias germánicas: “Un conjuro anglosajón contra los dolores neurálgicos las describe, sin nombrarlas directamente, de esta manera: Resonantes eran, sí resonantes, cuando cabalgaban sobre la altura. Eran resueltas, cuando cabalgaban sobre la tierra. Poderosas mujeres...”.
* Director de Comfama