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la honradez, el mejor ejemplo

Por

carlos alberto giraldo

carlosgi@elcolombiano.com.co

Trabajar y crear empresa para transformar una sociedad en la que miles de ciudadanos aún creen que el mejor modelo es el del avivato, el del ventajoso, el del tramposo, el del ilegal, el del parásito que se chupa la sangre de otros (la riqueza que generan), es uno de los mayores retos que tenemos para desarrollar una ciudad y un país decentes.

Decentes con lo que significa la decencia: “Aseo, compostura y adorno correspondiente a cada persona o cosa. Recato, honestidad, modestia. Dignidad en los actos y en las palabras, conforme al estado o calidad de las personas”. Hermosa palabra, desde su sonido hasta la pared de sus letras.

Repasaba esta semana la historia de uno de los hombres de los que más orgulloso me he sentido de conocer en mi vida, de estrechar su mano: Don José María Acevedo, fundador y creador de Haceb, con todo lo que representa también otra bella palabra, creación: “acto de criar o sacar Dios algo de la nada. Obra de ingenio, de arte o artesanía muy laboriosa, o que revela una gran inventiva”.

Siempre he admirado a aquellos seres capaces de producir nuevas manifestaciones, expresiones y procesos en cualquier campo. Don José convirtió sus hornillas artesanales en una industria con un “parque de producción” de 211 mil metros cuadrados, desde donde se exportan electrodomésticos a 17 países.

Entre los rasgos esenciales del éxito de Don José, con todo el bienestar que ello le ha generado a nuestra sociedad, está su humildad. Otra palabra tan apreciada y reconfortante cuando la comportan las personas en su acepción positiva: “Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”.

Don José que, a dos meses de cumplir 96 años, visita su empresa en las mañanas y habla con sus trabajadores, los escucha, los alienta, les comparte alguno de sus apuntes de patriarca con buen humor. Qué paisa este, de los mejores. Hecho a pulso y con la templanza de un caballero. Ese honor suyo de batallar contra las contingencias. Tal vez por ello ha cruzado los continentes con energía tan inagotable.

Pero de este hijo de un carpintero, tan parecido en sus orígenes al humilde hijo de otro carpintero (¡!), hay una herencia, una idea de respeto a los demás que él resalta siempre y que nos servirá a nosotros para ese cambio que buscamos: la HONRADEZ.

Palabra tan limpia y sonora: “Rectitud de ánimo, integridad en el obrar”. Solo con ese principio rector tan sencillo seríamos capaces de vencer la corrupción y la podredumbre contra las que se levantan a luchar cada día medio país y media humanidad.

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