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David E. Santos Gómez
Columnista

David E. Santos Gómez

Publicado

La hora de las decisiones

Por david e. santos gómez

davidsantos82@hotmail.com

Iván Duque tiene un problema, y es uno grande. Las masivas manifestaciones apoyadas por espontáneos cacerolazos en las principales capitales enseñaron un panorama tétrico para el Gobierno. Uno de gente agotada que no ve brújula en la Casa de Nariño y que levantó la voz tras décadas enteras de demandas sociales insatisfechas.

El discurso del presidente ante las quejas lo muestra desorientado. Aunque es cierto que moduló su cuestionamiento inicial al paro y lo reconoció como un grito legítimo, no es clara la forma en la que pretende canalizar las peticiones de los inconformes. Habla con generalidades y frases de cajón que son, a todas luces, insuficientes.

La realidad supera la dicotomía con la oposición y sus señalamientos no pueden ir contra un grupo político. En últimas, uno de los grandes perdedores tras el sincero inconformismo ciudadano es Gustavo Petro. El exalcalde de Bogotá fue oportunista, violento e intentó apropiarse de las marchas en momentos en que Colombia pedía calma. Nunca estuvo a la altura. Las protestas iban también contra él y contra todo tipo de extremismos.

Así que antes de cuestionar la autenticidad de los reclamos, Duque necesita aprovechar lo sucedido para dar un timonazo que reavive su presidencia. Lo primero es mirar su propio partido y replantear ese vínculo que no le permite ser autónomo. El Centro Democrático es un lastre insoportable, una colectividad cada vez más irresponsable, fanática y anacrónica. Su intolerancia llegó a tal punto que defendió la patada en la cabeza de un miembro del Esmad a una mujer, justificó el pavoroso ataque a Dylan Cruz (¡y acusó de la tragedia a los padres!) y, finalmente, cuando el mandatario habló de diálogo, se le empezó a inculpar de traidor. Una locura.

Además, su gabinete se configura como enemigo. Hay fisuras entre ministros que desconfían mutuamente. Murmuran entre ellos que aquel pasó sin pena ni gloria por su cargo para, mágicamente, tomar la batuta de otra cartera. Que el presidente está inconforme con algunos, pero no cambia.

Con un horizonte oscuro la excusa de que los problemas son heredados no tiene cabida. Duque sabía qué recibía cuando asumió y la gente lo votó para que resuelva y lidere y hasta ahora lo que vemos es una sombra pálida. Una que, a falta de más de dos tercios del mandato, se siente abrumada por el tamaño de su responsabilidad.

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