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Enrique López Enciso
Columnista

Enrique López Enciso

Publicado

La llegada de las nubes grises

Por Enrique López Enciso

ealopezen@gmail.com

“Una brava cabalgata de nubes grises”, así llegó el huracán, según Hazel Robinson Abrahams, que hace más de dos siglos devastó a San Andrés y Providencia, que se conocían en ese entonces como Henrietta y New Westminster, y que ella describe con maestría en su novela (No give up, maan¡ ¡No te rindas¡), publicada en 2002.

Era una época en que en las islas había esclavitud y se cultivaba el algodón en plantaciones. En ese entonces, el paso de un huracán por el archipiélago se consideraba algo excepcional. Las cosas han cambiado y aunque los huracanes no son tan frecuentes como en otras partes del Caribe, porque las islas no están en la zona de tránsito directo de los huracanes, cada diez años las rozan. El más devastador hasta ahora fue el Joan de 1988, pero el Iota actual es el primero que llega a la categoría 5. La diferencia, según los expertos, en que los huracanes de esa magnitud pueden volverse más frecuentes en esa zona del Caribe, como consecuencia del cambio climático.

El prologuista del libro de la señora Robinson plantea algo interesante. Para ella, como para otros escritores, los desastres naturales son el anuncio de un cambio de fondo en las sociedades. Después de que las fuerzas de la naturaleza se desatan, se producen movimientos sociales que llevan a profundas transformaciones. Después de la descripción del violento paso del huracán, la novela va a seguir a los protagonistas en el camino hacia la abolición de la esclavitud en 1853, dos años después que en el continente.

En el huracán de ese entonces, los amos blancos y los esclavos negros vivieron una experiencia común. Se refugiaron todos en las casas de las haciendas. En una descripción llena de simbolismo, los blancos se congregaron en la parte superior de las casas y los esclavos negros en los basamentos. Para los primeros, el huracán representó la pérdida de sus cosechas y la destrucción de sus viviendas, la quiebra total. Para los segundos, era el anuncio de un cambio. Como dice la señora Robinson, el huracán era la aurora de una nueva era, la despedida de una época y el cambio de la economía política de las islas.

Ante el desastre, un plantador progresista se dedicó a orientar la economía de la isla hacia la producción de cocos en lugar del algodón, cuando se consolidó el nuevo producto su destino fue la exportación a Estados Unidos y se constituyó durante un tiempo como la principal fuente de ingresos para las islas.

Con la abolición de la esclavitud y la nueva la administración pública y religiosa por el gobierno central, comienza el camino hacia el San Andrés y Providencia de hoy. Una historia accidentada que tiene un hito con la declaración de puerto libre en 1953. La llegada de miles de comerciantes, seguidos de compradores ansiosos por adquirir los bienes que les eran vedados hasta ese momento va a irrumpir en la tranquila vida de los isleños.

Nuevamente un huracán socava la economía y la sociedad del archipiélago. Será necesario comenzar casi de cero. Lo ideal sería que el país abrazara sus islas después del paso de las nuevas nubes grises y las prepare para la llegada de otras que vendrán.

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