Por Juan José Escobar G.
Universidad Nacional Sede Medellín
Ingeniería Agrícola, semestre 3
juescobarg@unal.edu.co
Un año más, un ciclo más de grandes acontecimientos, noticias y sucesos para un país como Colombia, donde los edificios se desploman a menos de cinco años de inaugurados, los proyectos están en proceso y sin embargo tienen fallas incluidas, o las catástrofes producidas por la naturaleza parecieran ser de mínimo interés para la sociedad (por lo menos mientras no se sienta afectada), y hablando de esta última, aparecen las inundaciones, de las cuales se pueden desprender graves desastres y la comunidad es la principal afectada.
El Valle de Aburrá en los últimos años ha presentado un grandísimo crecimiento urbano. Basta con ver que es la segunda área metropolitana más poblada de Colombia (con un total de 3.909.676 personas, en 2018) generando mayor demanda para construcciones, cada vez un espacio más insuficiente para urbanizar y luego a causa de una mala planificación territorial las comunidades se ven obligadas a exponer su seguridad en zonas de alto riesgo, una completa torre de dominó.
No es de sorprenderse si un cauce aumenta su nivel a tal punto de dejar completamente inundada una zona urbana como las mencionadas anteriormente, pues ¿acaso actualmente se tienen prevenciones hidrológicas antes de desarrollar una construcción?, lamentablemente en nuestro contexto, no.
A mayor cantidad de personas habrá una mayor demanda de construir, lo que alienta a personas con desconocimiento en el tema a contratar entidades de bajo perfil que en conjunto con la topografía del Valle de Aburrá y los constantes períodos invernales forman la receta perfecta para episodios cada vez más trágicos con el paso del tiempo, tanto así, que en la historia se ha registrado un aproximado de 6.750 eventos catastróficos, de los cuales un 42% corresponde a las inundaciones, siendo el fenómeno con mayor recurrencia.
Esto no es un llamado a seguir alertando a la comunidad sobre las existentes y ya tan desgastadas normas de prevención ante el riesgo, sino una presentación breve del panorama que estamos tan acostumbrados a olvidar, y el ciclo que siempre nos rodea sin llegar a darnos cuenta. Dice una conocida frase: “el que no conoce su historia, está condenado a repetirla”.
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