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La Niña María y el Niño Dios

Por Carlos Alberto Giraldo M.

carlosgi@elcolombiano.com.co

Dios, a la manera que ustedes lo quieran interpretar, sentir y asumir, es un guiño de amor. De creación. Van catorce días asistiendo a una pequeña parroquia que se llama La Niña María. Hablan del Niño más famoso de la historia, que, vaya paradoja, nació en un pesebre: un hogar flaco, humilde, desprovisto de comodidades, pero asumido por María y José, apenas surtidos de esperanza y convicción.

Para los más incrédulos, para los más sobrios en su capacidad de entender la presencia del pequeñín este, hay música, hay alegría, hay cánticos, hay fiesta. Es diciembre.

Pero en la iglesia de la Niña María está la promesa de que llega un Niño Dios. ¿Quién es? ¿Qué asomo de extrañas circunstancias, impredecibles y aleatorias se manifiestan en él? No lo sé. Como tienen Fe los budistas, los musulmanes, los católicos. Los hebreos. Cada quien a su manera.

Me cuentan la promesa de un Niño que llegará sin rendiciones humanas corrientes. Lo creo, le sigo, le entiendo. Es un amor en un estado de pureza que no hay que controvertir, que es la promesa de la convicción de José que se cuestiona “ese hijo no es mío, pero es de Dios, ¡lo levantaré!”.

***

La iglesia resuena. La sacuden los coros invitados por el padre Camilo. Hay cierta santidad emocionante en los teclados de Mauricio Mejía y una escala de voces capaz de elevar el pequeño templo a recinto de música sacra. De adviento y villancicos.

La Niña María ha sido encuentro de coros, a lo largo de la semana: con tonadas de música de Francia, Italia, Alemania, Perú, Venezuela. De Colombia. De todos lados.

Contra sus muros de ladrillo crudo y sus columnas de madera, lejos de aquellas aplastantes naves de piedra centenarias y encumbradas de Colonia y Toledo, hay una iglesia chica rellena de amor y cánticos. Hay gozo y fidelidad.

¿Qué es gozo? Sentimiento de complacencia. Esperanza. Llamarada que levanta la leña menuda y seca cuando se quema. En la Niña María hay gozo.

Ha habido tiempo para la cultura: bel canto, hermandad, un abrazo, un saludo, una sensación inequívoca de que Dios tiene la gracia de un monaguillo perdido en la línea de aquel impronunciable “prosternado en tierra” de la Novena de Aguinaldos.

Faltan dos días para que llegue el Niño. Ese que Ustedes pueden interpretar como quieran, ver como quieran, sentir como quieran. La figura de un chiquillo maravilloso naciendo en la noche de paz.

En la Niña María he sentido al Niño Jesús. No porque los sacerdotes quieran y lo profeticen. Es porque en aquellas paredes habita un espíritu de hermandad, de diciembre. El de un Niño, que es Dios.

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