ana cristina restrepo j.
Comparar es a veces inevitable: amistades, amores, canciones, comidas, climas y, entre lectores, libros. Después de varios “años de sequía” y plazos no cumplidos a una editorial, el escritor Héctor Abad Faciolince presentó su nueva novela, La Oculta. Por la expectativa generada, el ejercicio inicial de cualquier lector (prevenido) es preguntar: ¿Superará las obras previas del autor...?
Antonio, Pilar y Eva Ángel son personajes de ficción moldeados por la cultura paisa y construidos por Abad en 334 páginas. La Oculta, la finca en el suroeste antioqueño que ha pertenecido a la familia Ángel desde el siglo XIX, es el centro de los monólogos de estos tres hermanos que en ocasiones reflexionan y en otras narran vivencias, recuerdos. El amor (¿apego?) a la tierra se dibuja como raíces intrincadas que penetran el alma y el discurso del antioqueño. Deviene en carga.
“La tradición y el pasado solo son reales cuando son tocados –y a veces avasallados- por la imaginación poética del presente”, escribió Carlos Fuentes en Geografía de la novela. El escritor antioqueño (y en esta obra sí que lo es) se preocupa por la tradición y el pasado a través de una revisión juiciosa de la colonización del suroeste. También se vale del paisaje, que supera el mero recorrido botánico y geográfico para convertirse en una mirada bucólica de la región. En algunos vericuetos del camino, La Oculta es una cabalgata que cruza los linderos de las páginas de Eduardo Peláez Vallejo, brinda sin poner pie en tierra, afloja la rienda y sigue su propia trocha.
Es interesante la perspectiva en contraste de la mujer antioqueña que ofrecen los personajes de Pilar y Eva, con el reto que implica para un escritor asumir voces femeninas. Pilar es el producto perfecto de la tradición paisa: madre, conservadora, entregada, caritativa, esposa devota. Su candidez es graciosa. Eva, uno de los personajes más bellos que haya salido de la pluma de Abad, es lo contrario a su hermana, lucha por no parecerse a las exigencias de su cultura: es una mujer libre. (No obstante, sentí que Eva se traicionó a sí misma al final de la obra).
Jon, compañero sentimental de Antonio (el “narrador histórico”), es más que un “flâneur” en tierra extraña, es una excusa para ilustrar las motivaciones de las sociedades más racionales, sin tanto apasionamiento.
Para muchos, será inevitable comparar esta novela con El olvido que seremos, la cual soporta el sino implacable de todo “best-seller” (cuya manifestación más dolorosa es el bloqueo del escritor). La Oculta es una lectura evocadora para latifundistas, para quienes sueñan con un lotecito y los que solo se preocupan por la tierra que se les mete entre las uñas. El final del libro es una suerte de oráculo: nada distinto se puede esperar de una comarca de negociantes.
Regreso a Fuentes: “No han inventado las sociedades humanas instrumento mejor o más complejo de crítica global, creativa, interna y externa, objetiva y subjetiva, individual y colectiva, que el arte de la novela”.
¡Feliz y tranquilo 2015!
Héctor Abad Faciolince, La Oculta, Bogotá, Alfaguara, 2014 .