Además de la paz total y el paquete de reformas que el presidente Petro está presentando al Congreso de la República, en su agenda está trazada otra gran apuesta con la cual pretende dejar un legado: Venezuela.
Su reciente viaje a Estados Unidos y la reunión con el presidente Biden se concentró en buena medida en la intermediación que el gobierno de Colombia puede jugar entre régimen y oposición para buscar elecciones democráticas en el país vecino. De los seis puntos discutidos durante la reunión bilateral, la declaración conjunta expresa en el punto cuatro de la agenda (Gobernanza democrática), “el compromiso conjunto para apoyar y contribuir en la resolución de la situación en Venezuela”.
Algunos periodistas colombianos manifestaron previo a la visita que el presidente Petro llevaría a la reunión entre jefes de Estado la propuesta de levantar las sanciones en contra de Venezuela como un requisito del régimen de Maduro para retomar las negociaciones. Si bien la declaración oficial no se refiere a esto, es probable que esta sea una de las cartas principales de negociación para alcanzar las anheladas elecciones libres.
Con el rol de mediador, el presidente Petro le apuesta a la alta política y a un tema que es de interés de gobiernos en todo el mundo. De lograrlo, éste sería su mayor legado, superando ampliamente cualquier tipo de reforma interna o incluso de proceso de negociación con grupos armados ilegales en el país. No obstante, hay retos e interrogantes que rodean su mediación en este caso.
En primer lugar Petro debe garantizar ser un interlocutor creíble tanto con el régimen como con la oposición. Por sus orígenes políticos, cercanía con Chávez, e incontables declaraciones de neutralidad ante la vulneración democrática en Venezuela, Petro es un actor de dudoso equilibrio para los opositores al régimen venezolano. Su mayor reto inicial será la generación de confianza.
Para lograr lo anterior no basta con que el presidente colombiano dialogue y preste las sedes del gobierno como espacios de conversación. Es necesario que el presidente se comprometa con asuntos como la atención a los migrantes venezolanos en Colombia, la libertad de prensa, la liberación de presos políticos, y el restablecimiento del equilibrio de poderes en el país vecino.
También es fundamental que el resultado de este diálogo supere la cosmética de las fotos y las declaraciones grandilocuentes. Millones de personas anhelan el restablecimiento de la democracia en Venezuela y el retorno de muchos de ellos a un país donde encuentren garantías de seguridad, empleo y condiciones dignas para el desarrollo de sus vidas.
La realización de elecciones con plenas garantías por parte del Consejo Electoral, acceso a financiación y supervisión internacional, pueden ser el inicio del florecimiento de un país que se ha marchitado por el abuso de poder, la corrupción y el autoritarismo. Estos son los asuntos fundamentales para resolver. Se espera que el rol del gobierno colombiano se centre en éstos y no en una agenda para lavar la cara internacionalmente a quienes borraron la democracia en Venezuela.