Amable lector. Los fenómenos de la naturaleza, tales como los terremotos, huracanes y ríos desbordados son impredecibles y los daños mucho más. Algunos como los incendios de bosques y la tala masiva de estos son provocados por los humanos. Con anterioridad al 21 de noviembre se anunció un paro nacional, promovido por líderes sindicales, estudiantes y anarquistas, entre otros, para protestar contra el jefe del Estado.
Al principio la inconformidad fue por unas pocas cosas, al final contra todo. No obstante que estas manifestaciones siempre terminan mal, el gobierno las autorizó. Después de conocer la brutalidad de los actos que todo el mundo tuvo oportunidad de ver, varios de los dirigentes manifestaron que ese problema no era de ellos.
La televisión mostró a los vándalos destruyendo las estaciones de transporte, y el saqueo de los establecimientos de comercio. Pero también el ataque masivo con piedras y explosivos artesanales a los miembros de la policía que trataban de evitar destrozos mayores. El país vio a miles de trabajadores, hombre y mujeres, caminando kilómetros para llegar al hogar.
El segundo día del paro los medios de comunicación, en particular la radio, exaltaron las marchas y el ruido de las cacerolas, inclusive que este sonido debería durar por largo tiempo. Por el contrario, aminoraron los destrozos y los ataques a la policía, que tal parece han sido los malos de estas marchas. Es probable que sin pretenderlo estos medios han sido los mayores patrocinadores de estos actos.
El malestar de estudiantes, líderes sindicales, ambientalistas, artistas y nativos, no debería caer sobre la cabeza del señor presidente. Ojalá que él pueda hacer algo, sin embargo, la mayor responsabilidad está en manos del Congreso Nacional, la rama de la justicia y los directores de los partidos políticos. Algunos han sido imprudentes, otros han permanecido en silencio; así también hacen daño.
Habrá miles de propuestas, algunas fáciles de atender, otras no. En forma breve los grandes problemas de este país son, el negocio de la coca, la corrupción, la justicia y dos millones y medio de personas sin empleo más los venezolanos desplazados.
Decisiones apresuradas que se tomen bajo amenazas es difícil que resulten acertadas y fáciles de cumplir, por el contrario, es casi seguro que se empeoren las cosas.
Muchos de quienes presionan estos paros, saben que sus pretensiones no pueden ser atendidas por el presidente. Otros que hacen bulla y ruido con las cacerolas no tienen claro qué quieren. Y los que se alegran que al jefe del Estado le vaya mal, a la postre son peores que los violentos que hacen parte de estas marchas.
La gente de bien y quienes trabajan para alcanzar una vida más digna, deberían respaldar al señor presidente. No hacerlo es apoyar la anarquía. Desde luego él debería consultar un poco más a personas prudentes y de buen criterio que le ayuden en la difícil tarea de gobernar.