Por david e. santos gómez
La nominación de Joe Biden era un trámite. Lo que estaba en discusión en la Convención Nacional Demócrata era la forma en la que el partido liberal estadounidense pensaba su restructuración para las siguientes décadas. La catástrofe a la que llevó Donald Trump al país convirtió a este punto del siglo XXI en el momento crucial en el que la colectividad debe dar un timonazo. Las medias tintas deben quedar de lado. De la misma forma en que las crisis económicas de inicio de la centuria pasada o las guerras mundiales los obligaron a mover su estructura programática, ahora es imperativo que los demócratas busquen un nuevo discurso. Uno, sin duda, más cercano a la izquierda.
El proceso no será sencillo. El fin de la guerra fría primero y el 11 de septiembre después convirtieron a la política partidista estadounidense en un saludo de mano entre derechas. Aun con los esfuerzos de búsquedas más progresistas por parte de Barack Obama, los dos partidos parecían encaminados a entenderse en el cuadrante diestro. Pero el desastre llegó. El racista en la Casa Blanca tira hacia abajo el barco a una velocidad que parecía impensada aún para sus críticos más feroces. Un manejo desastroso de la pandemia deja ya más de 160 mil muertos, la economía colapsó como no se veía desde la gran depresión y la ira por el racismo prendió las calles de costa a costa. Por su parte, el mandatario en ejercicio ríe. Jura, incluso, radicalizarse más.
Los discursos de la convención señalaron la necesidad urgente de un cambio. Biden se propone -si gana- como un presidente de transición, de un solo periodo, para que luego de él se impulse la nueva sangre. Los votantes más jóvenes piden mayor celeridad en el abrazo al progresismo, pero los viejos se muestran timoratos. El ala que arropa a personajes como Bernie Sanders, Elizabeth Warren o la sorprendente Alexandria Ocasio-Cortez se abre espacio. Aún sus voces no tienen la amplitud que merecen y el camino parece transitarse lento. Pero la meta es inmodificable. Es hacia las propuestas progresistas que tiene que dirigirse el partido. Y hay que acelerar, porque del otro lado, del conservador, hay un declive sin reproches hacia la miseria del discurso divisorio y xenófobo y racista. Hacia una noche que es ya demasiado larga.