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La ropa sucia no sólo se lava en casa

Por Ana María Agudelo Gil* - @Empleadas_Hogar

Han pasado más de 100 años desde ese 1 de mayo de 1886 cuando activistas de Estados Unidos organizaron una huelga para presionar la jornada laboral de 8 horas. Hoy nos parece elemental. Paradójicamente, todavía la lucha por los derechos de sectores como el trabajo doméstico remunerado requiere concientizar a la sociedad de la existencia de sus derechos. Sólo un dato: el promedio de la informalidad laboral en Colombia es cercana al 55% mientras en el trabajo doméstico es del 85%.

¿Qué hace diferente el trabajo doméstico de los demás trabajos? Empiezo por la histórica división sexual del trabajo que ha depositado en las mujeres el “destino de la casa”. Para las mujeres se volvieron sinónimos cariño y trabajo doméstico, obligación conyugal y trabajo doméstico. Desde entonces todo ha consistido en separar cariño y trabajo doméstico, para que el primero se pague con abrazos y besos, y el segundo con dinero, prestaciones sociales y garantías.

La ecuación es complicada porque la casa tiene dos funciones antagónicas: es el espacio privado de una familia y es el lugar de trabajo de la empleada doméstica. Como espacio privado ha estado sellado para el Estado; como lugar de trabajo sería el equivalente a la oficina para una gerente o la fábrica para un operario. Mientras en los demás trabajos hay un jefe, en las casas la jefatura se reparte entre papá, mamá, abuelo, hijita, y hasta la visita manda a la empleada del hogar.

¿Dónde están el área de recursos humanos y las carteleras de las casas, con obligaciones y oportunidades para ellas? La gestión de calidad de la trabajadora del servicio doméstico se soporta en papelitos en la nevera. ¿Hay salas de reuniones para que las trabajadoras del hogar compartan con sus colegas? ¿Colegas? La más cercana está en otra casa; buscarla le puede implicar un llamado de atención por abandono de su trabajo.

Necesitamos transformaciones culturales y tecnológicas para que la casa sea ese espacio descrito en los Convenios de la OIT, especialmente el 189. A propósito, acaban de publicar la Hoja de ruta y recomendaciones para políticas públicas. Hacer del trabajo doméstico un trabajo decente: Invertir en Cuidado.

A finales del 2022 fue radicado el Proyecto de Ley 281 de inspección laboral a los hogares, que hace obligatorio el contrato laboral escrito y su depósito en Ministerio de Trabajo; activar una línea para denuncias, y acceso a las viviendas para inspeccionar puertas adentro. Así mismo, el Ministerio del Trabajo presentó un Grupo Élite de Inspección Laboral con enfoque de género.

Estas iniciativas serían mecanismos para que las demás normas se cumplan. Sin embargo, a problemas multidimensionales, soluciones multidimensionales, pues no sólo de normas vive el hombre, y menos, las mujeres.

Ya sabemos: toca sacar de las casas estos problemas que se consideraban “privados”; orearlos ante la opinión pública y lavarlos con ingenio y Derechos, para que brillen las casas y quienes trabajan en ellas.

*Fundación Hablemos de
Trabajo Doméstico

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