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Querido Gabriel,
Al aproximarnos desde el aire a La Pedrera, Amazonas, los ríos Caquetá y Apaporis nos saludan; la selva, un mosaico de verdes, se nos mete en el alma; aparece por ahí una maloca y su energía de templo consagrado nos hace saltar el corazón; el misterioso cerro Yupatí domina el paisaje. Al aterrizar, nuestro cuerpo ya sabe que nos acercamos a un sitio sagrado. Tomamos un bote hacia El Cocotal, la sede de la Fundación Gaia Amazonas, una puerta entre dos mundos, el “blanco” y el indígena. Acá le dicen “la bisagra”.
Rescato algunas palabras de bienvenida de Martín Von Hildebrand: “Todo es una manifestación del universo. (...) La existencia de los indígenas es ser naturaleza; se refieren a los ríos, plantas y animales como iguales, sujetos de derechos, diríamos nosotros. (...) Los indígenas son el futuro, no solo el pasado”. ¿Conversamos sobre la espiritualidad que se vive en esa selva y la cuidadosa relación de sus culturas milenarias con la naturaleza? Al final, ¿no son lo mismo espiritualidad y comunión con el cosmos?
Estuvimos “tejiendo pensamiento” con Robin Macuna e Iván Matapí y aprendiendo del saber Tanimuka de Martín. Elijo algunas ideas, para provocar la tertulia. Sobre la existencia humana: “La pregunta más importante es cómo podemos servirle al universo”. Sobre el mal: “No existe el concepto del bien y del mal, sino el orden y el desorden”. Sobre la vida en sociedad: “El indígena no mezquina ni cuando recibe ni cuando da”. Sobre el liderazgo: “Para liderar tengo primero que conocer lo mío”. “La primera responsabilidad del maloquero es comprender el calendario ecológico, la segunda es articular esto en la maloca”. Sobre el cambio climático: “Con el pensamiento que hizo el daño usted no puede curar”.
Pienso ahora que la sabiduría que algunos buscamos en el lejano Oriente está en nuestra tierra, que las ideas para la salvación del planeta y la evolución de la humanidad reposan en esta selva. Estas comunidades deben ser valoradas como mucho más sabias que nosotros en lo social y lo espiritual. En lugar de turismo, lo que deberíamos hacer con la Amazonia es protegerla como santuario, visitarla con respeto, como aprendices de estos pueblos que llevan miles de años comprendiendo los ciclos naturales y construyendo hermosas cosmogonías. No se trata por supuesto de prescindir de la razón y de la ciencia, sino de complementarlas. Quizá por eso Pascal escribió: “Dos excesos: excluir la razón; no admitir más que la razón”.
Recordé a Wade Davis en su libro The Wayfinders (Guardianes de la Sabiduría Ancestral): “¿Por qué es importante la sabiduría antigua en el mundo moderno?”, se pregunta, y escribe luego: “Las voces de los guardianes del saber ancestral importan porque aún pueden ser escuchadas para recordarnos que en efecto existen alternativas, otras formas de orientar a los seres humanos en el espacio social, espiritual y ecológico”. “Por el solo hecho de existir, las diversas culturas del mundo dan fe de la necedad de aquellos que dicen que no podemos cambiar, como todos sabemos que debemos hacer, la manera como habitamos este planeta”.
Uno de mis compañeros de viaje, dijo al final, con profunda sencillez: “El cielo está en la selva”. Tal vez debamos mirar hacia nuestro Oriente amazónico para ayudar a salvar el planeta y sanar nuestra alma. ¿Qué tal si comenzamos la tertulia con este verso de Antonio Machado: “Hombre occidental / tu miedo al Oriente, ¿es miedo / a dormir o a despertar?”.
* Director de Comfama
