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La Santísima Trinidad

Por hernando uribe c., OCD*

hernandouribe@une.net.co

Celebrar la fiesta de la Santísima Trinidad es celebrar la fiesta de la familia y la fiesta de la fe. La familia divina está compuesta de Padre, Hijo y Espíritu Santo; la familia humana, de padre, madre e hijos, al menos uno; y la fe como distintivo del ser humano.

“Las Personas divinas son relaciones subsistentes, y el mundo, creado según el modelo divino, es una trama de relaciones. Las criaturas tienden hacia Dios, y a su vez es propio de todo ser viviente tender hacia otra cosa, de tal modo que en el seno del universo podemos encontrar un sinnúmero de constantes relaciones que se entrelazan secretamente” (Francisco, Laudato si, 240).

La fe pertenece a la trama de la vida cotidiana. Cuando converso con un amigo, cada uno cree en la sinceridad del otro. Lo mismo pasa cuando leo o estudio, creo lo que leo, así no lo pueda constatar. Tengo fe cuando, al reconocer mi debilidad, salgo de mí para apoyarme en algo sólido.

La fe constituye el fundamento de la familia. Cuanto más fe de unos en otros, más compacta y armoniosa es la familia. Las obras inspiran y respaldan la fe, pues “la fe sin obras está muerta” (Santiago 2,17). Impresiona la respuesta de Jesús a sus discípulos: “Si tienen fe como un grano de mostaza, dirán a este monte: ‘Desplázate de aquí allá’, y se desplazará, y nada les será imposible” (Mt 17,20). Fe en el Creador, que puede lo imposible.

Jesús, Dios hecho hombre, tiene dos familias. Una celeste, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Otra terrestre, Jesús, María y José. La fe de Jesús en su Padre es total. “El que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo porque yo hago siempre lo que le agrada” (Jn 8, 25). Y en otro momento: “Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: ‘Padre, te doy gracias [...] porque tú siempre me escuchas’” (Jn 11,41.42). Jesús hace siempre “lo que ve hacer al Padre” (Jn 5,19).

La fe de María es incondicional. “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Y José, presa del desconcierto, “se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor” (Mt. 1,24). La fe es el fundamento de la familia de Nazaret, donde Jesús “vivía sujeto a ellos”, a sus padres.

Impresiona sobremanera leer el evangelio siguiéndole la pista a la sensibilidad de Jesús, que tiene su punto culminante en esta afirmación: “Yo y el Padre somos uno” (Jn 10,30).

Maravillosa fiesta de las familias, divina y humana. Y de la fe.

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