A este lado del charco, los balones ovalados los recogen tipos que no llevan cascos ni hombreras. Por estos lares no somos muy fanáticos del llamado “fútbol americano”, un sucedáneo de rugby circense al que todavía no entiendo por qué lo llaman fútbol si no hay puntapiés por en medio. Aquí, los balones ovalados son para el rugby, un deporte de animales practicado por caballeros, así como el fútbol se consideraba un deporte de caballeros practicado por animales. Y es que, visto un Suráfrica contra Inglaterra, un Francia contra Australia o incluso al Once del León, como también se conoce a España, contra Rusia sin armaduras de por medio y con una chichonera o una férula como únicas protecciones, el fútbol americano se antoja un show no demasiado viril por mucho que quienes lo practiquen sean mulas.
Aun así, muchos aficionados al deporte trasnochamos la pasada madrugada para ver la victoria de Kansas sobre San Francisco y, sobre todo, ver en directo el espectáculo que nos tenían preparado en el descanso. Con Miami como telón de fondo, era de esperar que los organizadores eligieran a algún artista con raíces hispanas, pero es que en esta ocasión la música latina acaparó el protagonismo en el show del intermedio. Con dos bombas como Jennifer López y Shakira, también los acompañantes J. Balvin y Bad Bunny lo bordaron. Se habla ya de la mejor actuación en un descanso de la Superbowl de todos los tiempos. En ella, dos colombianos, y dos boricuas, a medias en el caso de JLO, nacida en el Bronx.
Aunque la mayor parte del show se realizó en inglés, fueron los sones salseros, la cumbia, la bachata y el reguetón los ritmos dominantes. Antes, en la previa, los hinchas de cada equipo habían podido disfrutar de platos a los que no están acostumbrados o, por lo menos, no tanto como a los nachos mexicanos que se empeñan en embadurnar de queso y demás salsas. En las camionetas que despachaban comida en los aparcamientos de acceso había desde churros hasta arepas, un compendio de comida latina para salir de las hamburguesas y los perritos calientes. Por supuesto, también había tacos y burritos. El baño hispano que se dieron las dos aficiones muestra el poderío latino en Estados Unidos y casi me atrevería a decir en todo el mundo. Tanto como para que la propia Shakira iniciara su actuación con un sonoro y rotundo “Hola Miami”.
He escrito en muchas ocasiones en estas mismas páginas sobre la creciente fuerza de lo latino y del español. Sin embargo, aún hay quien vive acomplejado señalando las virtudes del mundo anglosajón, como todos aquellos que defienden que las colonias que un día fueron británicas son más ricas y desarrolladas que las hispanas. Esa teoría se desmonta por sí sola, pero permítanme citar aquí algunos países que figuran entre los más pobres de América, desde Jamaica hasta Belice (antiguas colonias británicas) o Haití (francesa). Cuando los ingleses trataban todavía de asentarse en Norteamérica y pasar de las plantaciones aisladas a configurar alguna población decente, los españoles ya levantaban universidades en México, Lima o Santo Domingo, y las ciudades hispanas eran joyas envidiadas y atacadas por los piratas. De eso, pueden dar buena fe ustedes mismos, que preservan las murallas y baluartes de Cartagena después de tantos cañonazos infligidos.
El español y lo hispano están de moda. Tanto es así que, en la última cumbre de la OTAN, en Londres, los carteles de la reunión estaban solo en inglés y español. Y, aunque parezca una bobada, la mayoría de clubes de fútbol de Europa cantan “campeones, campeones”, en español, cuando celebran un título o se animan al grito de “vamos”, que no dicen “c’mon”. Va siendo hora de tomar conciencia de nuestra potencia. Del valor de marca de lo hispano. Y dejar de llamar a empresas o marcas con palabrejas bárbaras y de utilizar anglicismos cada dos por tres para aparentar una sofisticación que no es más que un signo de imbecilidad. Se lo dice un anglófilo de cuna. ¡Azúcar!.