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Juan José García Posada
Columnista

Juan José García Posada

Publicado

LA UNIVERSIDAD EN MEDIA CALLE

Por juan josé garcía posada

juanjogp@une.net.co

Uno de los argumentos esgrimidos entre los defensores de la propuesta sin ton ni son de tumbar las mallas que limitan las universidades de Antioquia y Nacional en Medellín consiste en que así fluirían con libertad las ideas y no se mantendrían encerradas. Como si las barreras físicas impidieran la circulación del pensamiento. Pocos objetos son tan limitados como un libro, por ejemplo, pero ninguno ha sido tan abierto y eficaz para la propagación de palabras, conceptos, inventos y resultados de la reflexión y la imaginación humanas.

Por casualidad, la iniciativa fue reactivada en momentos en que se cuestionaba la razonable decisión del Alcalde de impedir la violencia en el interior de la Universidad y permitir el ingreso de la fuerza pública. Se cuestionó entonces tal determinación de la autoridad municipal como una violación de la autonomía universitaria. El Alcalde hizo lo que debía hacer. Lo contrario sería tolerar la desnaturalización de la razón de ser del campus como sede pacífica del pensar y el hacer académico, administrativo, investigativo y de extensión, que no puede entregárseles a encapuchados y saboteadores que han merecido el rechazo general de la comunidad universitaria y de la sociedad.

Pero la eliminación de las mallas, que ya se había propuesto en 2017, más parece un exabrupto, es decir algo que no es ni oportuno, ni pertinente, ni conveniente. Puede que los autores, Alcalde y Gobernador y otros funcionarios, tengan muy buenas intenciones. Son consecuentes con su talante innovador y con la corriente de la ingeniería social, que nos convierte a los ciudadanos en objetos pacientes y aguantadores de experimentos inciertos, como el de cerrar vías, incrementar los tacos y restringir el uso de automóviles particulares para instalar materas y abrir ciclovías que todavía muy pocos ciclistas utilizan mientras no haya un adecuado régimen de seguridad. O el de jugar con el Pico y Placa pero no tomar otras medidas sencillas para evitar el colapso de la movilidad.

Esta ciudad ya no es el jardín sonriente de hace más de medio siglo, donde el sereno de la esquina tocaba en la madrugada para advertir que “en esta casa dejaron abierta la puerta de la calle”. No había que instalar mallas, ni cerrar unidades residenciales, ni aplicar incontables mecanismos de seguridad. La Ciudad Universitaria que estrenamos en 1968 permanecía abierta, incluso en un sector que no era el más reputado, pero Medellín y el área del Alma Mater no estaban avecindados por toda clase de vagos, delincuentes, asaltantes y demás indeseables, a los que la municipalidad debería ponerles atención con urgencia. Tumbar las mallas suena bien como ideal de apertura y civilidad avanzada, pero dejar la Universidad en media calle es impertinente, ingenuo y amenazante contra la autonomía universitaria.

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