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David E. Santos Gómez
Columnista

David E. Santos Gómez

Publicado

La vacuna y la foto

Por David E. Santos Gómez

davidsantos82@hotmail.com

La imagen es patética e indignante. Ridícula. El presidente Iván Duque y la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez ríen y aplauden la aplicación de la primera vacuna contra el coronavirus a una enfermera jefe en un hospital en Sincelejo, al norte del país. Festejan y muestran el proceso como un ejemplo. Levantan los pulgares e indican que todo va bien. Se enorgullecen de estar a la cola en el vecindario en la campaña de inoculación. Y así, sin la más mínima vergüenza o reflexión por un proceso que ha sido paradigma de mala administración, politizan todo, incluyendo sus atronadores fracasos.

Al afán del presidente y sus funcionarios por salir en la foto de una campaña calamitosa solo se explica por su abstracción de la realidad. Por la incapacidad de reconocer el manejo catastrófico de una pandemia que nos tiene ya con dos millones 200 mil contagiados y cerca de los 60 mil muertos. Solo Brasil, en esa espiral caótica en la que se sumió con Jair Bolsonaro, está peor que nosotros en Suramérica.

Pero el gobierno sonríe. Se mostró presuntuoso por ese cargamento de 50 mil dosis que llegó dos meses más tarde que aquellos que recibieron nuestros vecinos, algunos con sistemas de salud más precarios o economías más golpeadas que la nuestra.

El desespero por quedar registrado en la instantánea, por viajar hasta Sucre con toda su comitiva para sonreír en la postal, es desconsolador y, al mismo tiempo, un lánguido diagnóstico de ese espíritu de nuestros gobernantes. Del apuro por sentir que están esculpiendo sus formas para la posteridad. De cortar las cintas de inauguración de proyectos inacabados, de poner sus nombres en letras de bronce en los puentes, de destapar sonoramente botellas de champaña en túneles que no llegan a ninguna parte.

Piensan todos ellos que al final, más allá de los logros tangibles, lo que cuenta es quedar en la foto. Resguardar las formas que ocultan el fondo. Ya después nadie se acordará. En Colombia somos olvidadizos. Cuando, en un par de años, veamos tamaña alegría en la imagen de la primera vacuna se tendrá que decir que esa sonrisa solo puede venir de un logro inaudito.

Es un camino particular de rescribir la historia. De resignificar los procesos. De convertir las derrotas en triunfos, mediante los buenos modales y las calculadas puestas en escena

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