Querido Gabriel,
Un hombre va manejando su carro por la autopista, camino al trabajo, y prende el radio. En una popular emisora, el periodista anuncia que en Medellín hay un loco manejando en contravía por la Regional, causando accidentes y poniendo en riesgo la integridad y la vida de los demás conductores. El tipo, malhumorado, apaga el aparato y dice: “Uno no, ¡como mil!”. Cuando veo a alguien que está errando en contra de los más sólidos argumentos y eludiendo el sentido común, me acuerdo de esta historia. En estos tiempos, en los que desde el poder local se ataca el patrimonio público y se agrede a fundaciones, líderes cívicos, empresarios y hasta a la prensa libre, te invito a hacer una tertulia sobre valor público y bien común. ¿Hablamos del papel que nos corresponde de cuidar y avanzar lo que nos compete a todos?
Para un medellinense bien informado será inspirador leer el libro “Misión Economía” de Mariana Mazzucato. Si el capitalismo debe ajustarse a los retos de nuestro tiempo, plantea la economista, también los gobiernos y otros sectores deben repensarse desde una perspectiva de problemas, de desafíos comunes, de misiones. Medellín fue una ciudad —y uso con tristeza la conjugación en pasado— que, por décadas, se adelantó a esta idea. Aquí, donde lo público fue desde siempre más amplio que lo estatal, en los años noventa, debido a la crisis violenta, asumimos grandes tareas colectivas para sanar la ciudad herida. Emprendimos, entre todos, al menos tres poderosas misiones. La primera, ofrecer un futuro a los jóvenes, a través de la educación y la cultura; la segunda, transformar nuestros barrios, convencidos del poder de las oportunidades y del urbanismo social para expulsar la violencia; la tercera, fomentar una nueva ola de emprendimiento, construyendo sobre la riqueza empresarial de más de un siglo de lo que hoy llamaríamos capitalismo consciente. Estas misiones, aún inconclusas, fueron resultado de la participación, la concertación y el liderazgo de políticos, empresarios y sectores comunitarios.
¿Será que ahora debemos volcarnos, masivamente, de nuevo, hacia los asuntos públicos y sociales? Mazzucato, proponiendo no solo un nuevo capitalismo, sino una nueva forma de organización para nuestras sociedades, recuerda que en la antigua Grecia se señalaba como idiotes, palabra antecesora de idiotas en castellano, a aquellos que se dedicaban a los asuntos particulares despreocupándose de lo público. Menciona también a Hannah Arendt en “La condición humana”, quien quizás pensando también en la necesidad de que las personas combinemos nuestra vida interior y la gestión de nuestros intereses con un aporte al bien común, desarrolló la idea de la vita activa, en la cual nuestras acciones públicas, palabras y actos, nos definen, porque con ellas podemos participar en la más importante de las misiones: la dignificación de las sociedades humanas.
“Necesitamos que las empresas, los gobiernos y la sociedad civil creen valor juntos, que ninguno sea ‘porrista’ del otro”, afirma Mazzucato, al explicar su propuesta de una nueva economía política, más orgánica y simbiótica, menos jerárquica. Sin embargo, advierte que participar no es un proceso silencioso ni armónico; siempre habrá odios y ataques para el que levante la voz y actúe con determinación, pero ¿no crees que igual seguirá valiendo la pena? Comencemos la tertulia con las esperanzadoras palabras del escritor Arundhati Roy, citadas al final del libro, cuando dice que crisis como la actual son portales entre un mundo y el siguiente “[...] que podemos decidir cruzar, arrastrando los cadáveres de nuestros prejuicios, el odio y la avaricia [...] o ligeros de equipaje, listos para imaginar otro mundo. Dispuestos a luchar por él”
* Director de Comfama.