Por Sebastián Castro Zapata
Universidad Pontificia Bolivariana
Facultad Psicología, semestre 5
sebastiancastrozapata@gmail.com
El penoso resultado de Colombia en las pruebas Pisa y los diferentes movimientos sociales por el descontento al actual gobierno, han traído a un personaje al ojo del huracán: el docente. Una de las vocaciones más antiguas se encuentra fuertemente atacada por la opinión pública al considerarse perdida en su enfoque, deficiente en calidad y un accionar limitado a infundir un pensamiento crítico que forma revolucionarios motivados a hacer desastres en defensa a sus ideales, en palabras de una honorada senadora: “mamertos”. ¿Pero son realmente los antagonistas del país?, o ¿será que estos representan un arma de doble filo para el Estado?
En la actualidad la docencia se mantiene firme a pesar de las pésimas condiciones de financiamiento en el modelo educativo. Su influencia en muchas comunidades es tan fuerte que terminan siendo amenazados en los territorios donde ejercen, y para una generación que tiene todo a la mano gracias al desarrollo tecnológico, su labor va más allá de solo enseñar conceptos. ¿Por qué tenemos tanto miedo de que los jóvenes se formen con un pensamiento crítico que los impulse a debatir lo que ya existe y a promover nuevas soluciones? La respuesta la da la misma historia, incluso desde antes de Cristo, solo basta recordar la condena de Sócrates para comprobar que un pueblo instruido es dolor de cabeza de las hegemonías políticas a las que no conviene el cuestionamiento.
Antes de irse en contra de un docente es importante considerar todo lo que hace por el futuro del país. El precio de la vida cada vez es más costoso, la mayoría de padres está condenada a trabajar en jornadas extensas y el tiempo que pasan los jóvenes en centros educativos es mayor que el que pasan en el hogar, así que aparecen nuevos formadores encargados de conducirlos por el mejor camino y hacerlos conscientes de sí, del otro y de la realidad del país. Para solo enseñar, existen los libros; para algo más, están los maestros. Lo más bonito del asunto es que los resultados de labor tan honrada no se evidencian en las calles o en las protestas como nos lo quieren mostrar, se ven en las urnas. Solo hay que esperar unos años para darnos cuenta de que esta generación, de la mano del conocimiento, es la esperanza del país, venzamos el miedo al saber .
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