Por Carlos Alberto Giraldo M.
Si las secretarías y entidades municipales quedan al garete, no importa. Que la gente se haga preguntas sobre los compromisos y obras de gobierno, vaya y venga. Todo en nombre de la “continuidad”. La permanencia en el poder, el control burocrático y político de la ciudad, antes que las obligaciones con la ciudadanía. Así ha sido, y sigue siendo, que es lo peor, lo evidente y lo cuestionable.
Esta campaña está desnudando, por los errores de algunos de los propios protagonistas -por su ambición y afán de seguir al mando- a las cuadrillas desesperadas y despojadas de decoro -¿de ética?, reclamó con razón el candidato Juan David Valderrama-, que gravitan en torno a las estructuras de los partidos tradicionales y de los “nuevos”. ¿El descubrimiento del agua tibia? ¿La ratificación de un vicio político?
Esta sacudida en la recta final de la presente campaña electoral está mostrando también esa otra fila de palafreneros que, por supuesto, marchan al lado de sus jefes antes, durante y después de cada cruzada por alcaldías y gobernaciones. Algunos después se convierten en asesores millonarios a los que les pagan hora/consejo con tarifas que se las quisieran Bill Clinton y Barack Obama.
“Creadores” de empresas (de variados objetos sociales-comerciales) que van desde el suministro de refrigerios y suvenires hasta la organización y presentación de eventos que, en cada administración y gobierno, logran contratos millonarios y registran, como lo observan informes periodísticos, crecimientos patrimoniales exponenciales.
Contratistas, operadores logísticos, asesores, que “descubren y crean” necesidades y servicios inéditos y le ofrecen a la ciudad (y a los ciudadanos) productos culturales, alimentarios, de infraestructura, innovación y emprendimiento tasados a menudo a precios impresentables y además, algunos, usados como toboganes muy lisos para que baje el dinero que, recíprocamente, hay que devolver, retribuir a la campaña y al jefe siguientes.
Pero esos favores y querencias, “que con gran amor se pagan”, se ven hasta en las mejores familias de la política local y regional. En este círculo vicioso de aguinaldos, prebendas, mutuoelogismo y parasitación consentida, hay más “cajas de compensación”, ya no alimentadas por los dineros de los contribuyentes sino de los trabajadores, en las que basta escudriñar el paisaje de la nómina que cubren para entender que son convertidas, con normalidad, en salvavidas de contratistas, asesores y operadores de las cuadrillas derrotadas. Allí recalan.
Hay poco qué hacer. Así funciona la política. Cada rey con sus cortesanos y bufones. Sería comprensible, si no fuese por dos cosas: que hablen tanto de decencia y méritos, de deseo de servicio e imparcialidad, manejando recursos y patrimonios colectivos, en una permanencia en el poder a fuerza de discursos chuecos .