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Juan David Escobar Valencia
Columnista

Juan David Escobar Valencia

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Las dinastías de sangre, o con sangre

Por juan David Escobar Valencia

redaccion@elcolombiano.com.co

“Una nueva dinastía sólo se funda en una refriega. La sangre es un buen abono”. De “La Fortuna de los Rougon”, de Émile Zola.

Aunque la democracia es imperfecta, no hay nada menos malo. Persisten en ella debilidades, contradicciones, como procesos de sucesión afectados por los antecesores; pero con todo y esto, nada tan atroz como los períodos de la historia, supuestamente terminados, en los que el poder era ejercido por dinastías familiares, como la de los Castro, que más que una secuencia de eslabones unidos por consanguinidad, eran una morcilla de poder aglutinada con sangre, incluso de los mismos sucesores. Veamos el ejemplo de la dinastía real checa de los Premislidas iniciada en el siglo IX.

Borijov I fue el primer Duque de Bohemia. Tuvo 9 hijos, entre ellos Spytihnev que fue sucedido por su hermano Brasislao I, quien moriría luchando contra los húngaros. Wenceslao I, su hijo, no accedió al ducado directamente al morir su padre, pues de ello se ocupó la esposa de Brasislao, Drahomira, quien nunca vio con buenos ojos a Wenceslao por haber sido criado como cristiano, lo que lo obligó a refugiarse donde su abuela Ludmila. Pero esta protección no duró mucho, pues su nuera, Drahomira, ordenó estrangularla. Y después dicen que las malas son las suegras.

Boleslao I, “El Cruel”, asumió el ducado en 929 luego de asesinar a su hermano Wenceslao I en una fiesta que coincidió con el nacimiento del primer hijo del “bondadoso” Boleslao, quien tuvo la delicadeza de llamar al niño “Strachkvas”, que significa “Fiesta fatal”. ¡Qué detallazo!

Boleslao II de Bohemia, “El Piadoso”, empezó a regir en 972 al morir su padre Boleslao I. Su gobierno siempre estuvo amenazado por la familia rival, los Slavnik, pero en una ocasión en que los ejércitos de dicha familia luchaban contra las tribus de Lusacia, su castillo y asentamientos quedaron desprotegidos, lo que muy diligentemente aprovechó el compasivo Boleslao para destruir todas sus propiedades y asesinar a la familia Slavnik, incluidos los niños.

Boleslao III, El Rojo, por su pelo color bobina de cobre, dicen que fue “el peor de todos los hombres que se sentó en el trono de Bohemia”, no solo por su maldad sino por su ineptitud, al convertir a Bohemia en un peón de las largas luchas germano-polacas, y por enfrascarse en una guerra con sus hermanos menores Oldřich y Jaromir, a quien castró, y en disputas con los principales nobles, a quienes ordenó masacrar. Y no cuento que también atravesó con su espada a su propio yerno. No falta un Boleslao III en las familias.

Esta “joya cristalina de bohemia” moriría 30 años después, ciego y encarcelado, mientras sus hermanos Jaromir y Oldřich se disputarían varias veces el ducado, hasta que terceros se sirvieron de ello, encarcelando y asesinando a Jaromir, un año después de la muerte de su hermano Oldřich.

Y ahora andan diciendo que la democracia fracasó. ¡Pendejos.

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