Casi dos tercios de los empleos que se destruyeron a julio de 2020 correspondieron a mujeres, es decir, por cada hombre que abandonó la población ocupada, salieron dos mujeres, especialmente en los sectores económicos más golpeados: el comercio, el turismo, el entretenimiento y algunos servicios, como el subsector dedicado al cuidado doméstico. Esta situación llevó a que la tasa de desempleo nacional para las mujeres llegara a 26,2 %, superando en 10 puntos porcentuales la de los hombres con el 16,2 %, y ampliándose las diferencias frente al año anterior en 5 puntos porcentuales -pp. Adicionalmente, los datos de la Planilla Integrada de Liquidación de Aportes –PILA- muestran que, en junio de 2020, en el mercado laboral formal ambos sexos presentaron suspensión de contrato en proporciones similares (4.09 % para ellos y 3.9 % para ellas), lo que permite inferir que el grueso de la destrucción de empleos de mujeres se dio fundamentalmente en el segmento informal, donde se profundiza la precarización laboral femenina, y se aumentan los enormes costos para su calidad de vida y su mayor autonomía económica.
En ese sentido, presentan las tasas de desempleo más altas, así como los salarios en promedio más bajos al concentrarse mayoritariamente en los sectores de menor valor agregado para la economía. Adicionalmente, al tener la mayor carga del cuidado no remunerado representado, según el Dane, en una jornada adicional de hasta 7:14 horas diarias de las 14:49 en total de la jornada laboral de la mujer promedio colombiana, la recuperación económica con la que el país y la región se comprometa a futuro deberá tener enfoque de género.
Las cifras son concluyentes: toda estrategia orientada a la recuperación del empleo, la protección y creación de nuevo tejido empresarial y la generación de oportunidades, ingresos y acciones orientadas a la protección social para las familias deberá pensarse en cómo frenar y contribuir al cierre de las brechas de género, esto es, tendrá que tener a las mujeres en el centro del diseño de las políticas, los planes y las acciones que pretendan recuperar el rumbo de la economía y la mayor productividad y competitividad del país.
Es un reto estructural que implica concentrar la atención en diseñar alternativas de solución en los sectores que mayor demanda de mano de obra y oportunidad de creación de empleo se requiere: la infraestructura, la vivienda y la agroindustria. Sectores en los que la participación de las mujeres, en parte por las barreras culturales, los sesgos y estereotipos, no es significativa, haciendo necesarias las acciones afirmativas que ayuden a lograr una mayor representatividad capaz de asegurar su inserción y participación laboral.
En definitiva, y como se ha enfatizado desde Medellín Cómo Vamos y Proantioquia, aumentar la participación laboral y las oportunidades de empleo formal para las mujeres constituye uno de los desafíos más importantes por trabajar en la ciudad y en la región metropolitana. La situación de la economía nos debe llevar a varias reflexiones sobre cómo las acciones previstas para la recuperación en los próximos años sí comprometan a los gobiernos locales y al sector empresarial en lograr un mayor número de mujeres compitiendo en el mercado laboral formal, y liderar acciones que permitan distribuir mejor entre Estado, mercado y familia la provisión de los servicios del cuidado no remunerado, esto es, liberar el tiempo de las mujeres y brindar oportunidades de cualificación y trabajo de calidad como imperativo para alcanzar la equidad, y en un futuro cercano la igualdad económica.
* Directora de Desarrollo Económico y social de
Proantioquia
