El Consejo Editorial del diario The New York Times (TNYT) es un grupo de periodistas de opinión cuyas publicaciones están informadas por la experiencia, la investigación, el debate y ciertos valores de larga data. Está separado de la sala de redacción. Los párrafos a continuación son copia fiel de una de sus publicaciones.
“Las naciones de ingresos bajos y medianos se enfrentan a una escasez inadmisible de vacunas contra el coronavirus que amenaza con mejorar el progreso contra la pandemia”.
“Hasta ahora, esta escasez mundial se ha visto oscurecida por la abundancia de vacunas en los bolsillos de los países más ricos como Estados Unidos. Pero si no se abordare pronto la escasez, el problema se tornará demasiado serio. Cientos de miles, quizá millones, de personas seguirán enfermando y muriendo, incluso cuando la pandemia retroceda en las naciones más ricas. Las economías más frágiles seguirán tambaleándose y los avances logrados en otros lugares, eventualmente, se verán en peligro: cuanto más tiempo se propague el virus, mayor será la probabilidad de que mute en algo aún más contagioso, mortal o resistente a las vacunas”.
“Es tentador vincular esta disparidad a las preguntas recientemente planteadas sobre algunas de las vacunas. Coágulos sanguíneos raros pero mortales se han relacionado con las vacunas hechas por AstraZeneca y Johnson & Johnson. El primero nunca ha sido aprobado para su uso en los Estados Unidos y la administración de este último fue detenido por funcionarios estadounidenses mientras un comité asesor formulaba recomendaciones sobre cómo proceder de forma segura”. En el momento de copiar estos párrafos ya está aprobada en los EE.UU. la de Johnson & Johnson.
“Casi tan pronto como las vacunas entraron en ensayos clínicos, comenzaron los países ricos a acumular dosis, asegurándose de que, en lugar de vacunar a las personas más vulnerables, fueran sus residentes los primeros en la fila”.
“Luego, a medida que las vacunas llegaban al mercado, algunos fabricantes de vacunas insistieron en tener amplias protecciones de responsabilidad, lo que impidió aún más el acceso de los países más pobres. Los Estados Unidos, por ejemplo, tienen prohibido vender o donar sus dosis no utilizadas, porque las fuertes protecciones de responsabilidad de que disfrutan los fabricantes de drogas aquí, no se extienden a otros países. La administración Biden eludió recientemente esta exigencia cuando clasificó las vacunas que les dio a México y Canadá como "préstamos", siendo esta una solución engorrosa que creó más confusión y atrasos”.
“En otros países, no sólo ha solicitado Pfizer la protección de su responsabilidad contra todas las reclamaciones civiles, incluso aquellas que podrían resultar de la propia negligencia de la compañía, sino que les ha exigido a los gobiernos que los respalden con sus activos soberanos, incluyendo sus reservas bancarias, sus edificios de embajadas y sus bases militares, esto, como garantía contra eventuales demandas. Es comprensible que algunos países se hayan negado a tales exigencias, dando como resultado la desaceleración del ritmo de los acuerdos de compra”
“A medida que se encuentran excluidos de la adquisición de vacunas, esas mismas naciones también han descubierto que no pueden hacer las vacunas ellos mismos. Las empresas y los países están acaparando tanto materias primas como conocimientos técnicos, hasta lograr que las naciones más pobres suspendan sus producciones, a pesar de que los tratados internacionales les permiten tales medidas en situaciones de emergencia”.
“Los Estados Unidos deben dejar de acumular dosis. Las naciones más ricas representan el 16 por ciento de la población mundial, pero tienen el 53 por ciento de todas las dosis de coronavirus adquiridas, según el Centro Duke-Margolis para la Política de Salud. Se prevé que los Estados Unidos tengan 300 millones de vacunas adicionales a finales de julio, incluso después de contabilizar el suministro necesario para vacunar a los millones de niños que se espera sean elegibles para finales de año”.