Por Rubén Darío Barrientos G. - opinion@elcolombiano.com.co
Con mucha decepción, pude advertir cómo las fórmulas vicepresidenciales se conciben como estrategia para inclinar la balanza hacia uno u otro lado. Y a la vez son una jugada hábil para fortalecer una campaña, como un plus, para restarle votos al otro, para mover a indecisos o para sumar a secas. Olvidamos que el cargo de vicepresidente debe tener como condición de idoneidad el ser caracterizado por alguien igual o mejor que el propio candidato. Es que quien ostenta ese título reemplaza al presidente en sus ausencias absolutas o temporales. Por ende, debería ser un acto responsable con el país el elegirlo teniendo en cuenta este criterio.
El perfil del cargo debería apuntar más bien a: preparación sobresaliente, liderazgo, historial en cargos públicos importantes, bagaje político, pulcritud en los antecedentes y lineamiento ideológico con el candidato. Finalmente, se trata de un binomio constitucional. Otra falta de respeto es circular nombres para pulsar opinión (guiños) y mirar si “suman o restan” en un ábaco oportunista y reprochable.
En un país donde el voto emocional prevalece sobre el voto ideológico, el asunto de las fórmulas vicepresidenciales, manejado como lo hemos visto en esta campaña para las elecciones presidenciales que se avecinan, no deja de ser un acto de inmadurez política