Hace poco me hicieron una pregunta: ¿qué debería leerse en 2019? Preguntas así siempre me ponen a divagar. Si lo vemos por un lado, yo tengo lecturas pendientes de muchos siglos atrás, así que las de 2019 también podrían ser las que quedaron pendientes en 2018, 2017, 2016 y así hasta que no nos alcancen ni siquiera las fechas de nacimiento de Hemingway, Kafka, Balzac, Cervantes y tantos otros, como Homero, a quien este año le están haciendo un reconocimiento especial en las redes sociales (#Homero2019), una iniciativa tentadora para leer “La Ilíada” desde todos los puntos del universo virtual. Iniciativas así, valen la pena celebrarlas y seguirlas y, sobre todo, caer en la tentación de clásicos maravillosos que leídos sin ninguna presión dejan ver el porqué han sobrevivido al tiempo.
Un libro, por viejo que parezca, siempre es una novedad cuando abrimos sus páginas y murmuramos lo que dice Quevedo: “Retirado en la paz de estos desiertos, con pocos pero doctos libros juntos, vivo en conversación con los difuntos y escucho con mis ojos a las muertos...”. Dicho esto, este año valdría la pena escuchar a “Robinson Crusoe”, de Daniel Defoe, para celebrar sus 300 años, o detenerse un instante y acariciar la barba de Whitman, que ya cumple 200, y todavía peregrina alrededor de la belleza: “Las mujeres hermosas se sientan o se mueven de un lado a otro, algunas viejas, algunas jóvenes. Las jóvenes son hermosas, pero las ancianas son más hermosas que las jóvenes”.
Se me acaba el espacio y pienso en tanto qué leer si apenas considero los aniversarios especiales que siempre dan pistas vitales a la memoria: Cyrano de Bergerac, George Eliot, Iris Murdoch, Primo Levi, Doris Lessing, Salinger, son solo algunos que cumplen más de 100 años de haber nacido; Herman Meville también, y pienso muy especialmente en “Moby Dick”, que este año será muy importante en nuestra ciudad, además porque hay un fragmento que recuerdo muy especialmente, cuando Ismael evoca lo agradable que es una última conversación en la cama antes de dormir. Voy y lo busco para citarlo textualmente pensando que un amigo este año antes de ir a dormir puede ser alguno de los autores citados: “No sé cómo es eso, pero no hay sitio como una cama para las comunicaciones confidenciales entre amigos. Marido y mujer, según dicen, se abren allí mutuamente el fondo de las almas, y algunos matrimonios viejos muchas veces se tienden a charlar sobre los tiempos viejos hasta que casi amanece. Así pues, en nuestra luna de miel de corazones, yacíamos yo y Quiqueg –pareja a gusto y cariñosa”.
Esta noche me iré a la cama con Tintín, que cumple 90 años, pero también con Lydia Cacho y su libro “#Ellos hablan”, un trabajo serio hecho de testimonios de hombres y su relación con sus padres, el machismo y la violencia, y con Rosa Montero y sus 40 años de haber publicado su primer libro. Mejor dicho, a este paso mi cama quedará a la merced de tanto amigo querido con quien conversar este año