Por: Licinio Zapata Vanegas
Todos sin excepción somos responsables en alguna medida de la difícil situación que viene atravesando nuestro país; por un lado, la rigidez y egoísmo de las minorías privilegiadas; y por otro, la indiferencia, la insolidaridad y la apatía de las grandes mayorías.
Nos acostumbramos a que nada nos conmueve, convivimos con la tragedia e incluso nos congraciamos muchas veces con ella; caminamos impasibles por el áspero camino de la miseria y la violencia, y solo respondemos con alguna perplejidad cuando el infortunio golpea las puertas de nuestras familias. Esta es la dolorosa y triste realidad.
Nos corresponde levantarnos de la indiferencia, ponernos de pie con serena energía y exigir a nuestros gobernantes de turno que ejerzan una función de auténtico liderazgo, que no olviden a sus representados y que no aparezcan con deudas distintas al bien común. Solo así tendremos una verdadera democracia donde reine la paz, el equilibrio y el justo medio.