Por Juan David Pineda Henao
Con todas las revueltas políticas que ha tenido nuestro país en las últimas semanas me he dedicado con detenimiento a observar, tarea que, por cierto, ya no se hace a cabalidad sino que se ha cambiado por las respuestas inmediatas, las mismas que se generan en las redes sociales.
Por lo mismo, creo que en esta coyuntura es pertinente un llamado a la prudencia y a la calma, donde los ciudadanos, principalmente los jóvenes, pensemos de manera crítica y analicemos con cuidado los hechos, leamos, contrastemos, analicemos los discursos y, lo más importante, verifiquemos la información.
En días pasados unos celebraban que la Corte Suprema de Justicia ordenara prisión domiciliaria del expresidente Uribe, y los otros amenazaban con echar de los trabajos a todo aquel que piense diferente, al llamado “mamerto”. Pero más que cualquier corrida a la celebración eufórica o al linchamiento laboral, es importante en estos momentos tener un poco de cordura y quizá leer uno que otro libro de historia de Colombia para ver si así nos damos cuenta de que estos extremos no han sido nada favorables para nuestro país. Es más, han traído pésimas consecuencias, por ejemplo, el surgimiento de La Violencia, donde nunca hubo una guerra declarada pero sí una persecución masiva entre rojos y azules.
Con lo anterior no estoy diciendo que vamos a volver a una guerra ni que crearemos una, ¡ni más faltaba!, pero sí que debemos cuidar un poco más nuestras reacciones, en una crisis tan aguda como la que estamos pasando a causa de la covid-19. Lo que menos necesitamos es una fragmentación de los tejidos sociales, una recesión económica y mucho menos una persecución por nuestra forma de pensar.
Necesitamos comprender la otredad para buscar el anhelado bien común, la verdad, donde los ciudadanos de a pie nos unamos en bienestar comunitario en la construcción de un país que a pesar de una historia de divisiones políticas siempre ha salido adelante.