Pocas cosas despiertan más interés en este momento entre los políticos occidentales que saber qué influencia van a tener las medidas sociales puestas en marcha por el actual presidente estadounidense, Joe Biden, en el voto a Donald Trump. El anterior presidente perdió la Casa Blanca en 2020, pero sumó una cifra tremenda, 74,2 millones de votos (frente a los 81 millones del demócrata, en la mayor movilización electoral que se recordaba en décadas).
¿Hasta qué punto la solidaridad y la presencia de lo público en la vida de Estados Unidos será capaz de convencer a una parte de esos millones de norteamericanos, furiosos con la desaparición de su antiguo modo de vida, de que es cierto que esa sociedad no volverá, porque desapareció ya hace mucho, pero que la nueva puede proporcionarles orgullo, trabajo y bienestar? ¿Hasta qué punto las mejoras sociales serán capaces de contrarrestar el miedo que alientan continuamente Donald Trump y sus seguidores como eficacísima herramienta política?
Fue Franklin D. Roosevelt quien puso por primera vez el miedo en el centro de la agenda política, cuando en su primer discurso de investidura, en 1933, en mitad de la Gran Depresión, advirtió: “Lo único de lo que tenemos que tener miedo es del propio miedo”.
La tarea más importante de la política y de un gobierno, pensaba Roosevelt, es quitarles el miedo a los ciudadanos. De eso se trata hoy día en Estados Unidos y en Europa. De hecho, eso fue lo que hizo tanto el new deal de Roosevelt como el Estado de bienestar moderno creado por la Europa de la posguerra en los años cuarenta y cincuenta.
Para la Unión Europea actual, casi tan importante como mantener y revitalizar ese Estado de bienestar (lamentablemente abandonado en la década de los noventa del siglo pasado y principios del siglo XXI) es que Biden tenga éxito en sus reformas en los dos próximos años. Será la mejor arma para que Donald Trump no regrese a la presidencia de Estados Unidos en 2024, con todos los riesgos que ello supondría para el escenario político internacional.
Como dijo el propio Trump, “el Partido Republicano no es capaz hoy día de ganar limpiamente unas elecciones presidenciales”. La única manera para los republicanos, hoy por hoy, es recurrir al millonario neoyorquino y a sus técnicas populistas, “a su inmersión en un mundo de hechos alternativos y un frenesí de irracionalidad”, en palabras de Noam Chomsky.
Es justamente contra esa irracionalidad y contra el imperio de los hechos alternativos contra lo que los seguidores de Joe Biden advierten que hay que luchar desde ahora mismo si se quiere impedir que en 2024 llegue el “gran susto”.
El sociólogo norteamericano Barry Glassner, que escribió en 1999 un libro de gran éxito titulado “The Culture of Fear” (La cultura del miedo), pide hoy que se denuncie y combata desde el primer momento, en Estados Unidos y en Europa, el uso político del miedo, camuflado en muchas ocasiones detrás del pánico a los cambios culturales o a la inmigración. “Uno solo puede esperar que los periodistas, así como los funcionarios públicos y los académicos, no esperen tanto para cuestionar los sustos del día y el uso del miedo como herramienta política”.
Lo opuesto al miedo no es la valentía, sino la solidaridad