Por María Camila Zapata Vásquez
Universidad Pontificia Bolivariana
Facultad Medicina, semestre 11
maricamilazapatav7@gmail.com
En este momento cuando las redes sociales soplan como un huracán imparable, con mensajes que buscan proteger pero que solo logran infectar con miedo y ansiedad, es hora de hablar de lo que no estamos viendo.
No son ajenos a mis recuerdos las personas corriendo para alcanzar el bus, los desayunos de 5 minutos casi sin masticar, los almuerzos omitidos que terminaron en gastritis y las reuniones empresariales que impidieron llegar puntual a la cena de cumpleaños. Ahí vamos, corriendo sin disfrutar la vida, pero irónicamente corriendo para llegar rápido a disfrutarla algún día. Pensamos erróneamente que nos cederán días de alegría proporcionales a la suma de reuniones asistidas, por las horas extras que aceptamos y lo ridículo que nos veíamos sacrificando tiempo con la abuela, esa misma que no volveríamos a ver. Como si la existencia nos condonara nuestra responsabilidad irracional y la confusión casi impuesta de las prioridades.
Todo se detuvo. Una mano invisible nos levantó de la camisa y nos sentó a la fuerza en el sofá, queremos correr como es de costumbre, pero solo podemos hacerlo de la cocina a la sala. Se nos dio una misión, salvar el mundo sentados desde el balcón, al lado de nuestras familias y apoyando nuestros pies en las docenas de papel higiénico comprados sin ninguna utilidad.
Bienvenidos al tiempo que sus cuerpos cansados pedían a gritos, están frente al momento que sus familias distantes añoraban. El libro olvidado en la repisa se estremece de júbilo, al sentir luego de varios años como unos dedos tocan su lomo; la elíptica vieja que sirve para colgar ropa ahora se desempolva y enérgica cuenta pulsaciones. Por primera vez luego de mucho tiempo, contamos con el privilegio de decir que tenemos poco por hacer y muchas siestas por disfrutar. A nuestra vida medida con cronómetro se le ha dificultado entenderlo, entender que descansar está permitido, que no es necesario estar llenos de actividades y que además hacer siestas al mediodía no debe generar culpas.
Si se preguntan si veo noticias, claro que lo hago, sé que estamos frente a una crisis global, pero también reconozco las oportunidades que este tiempo está brindando. Alguien dejó caer al piso el reloj y este voló en mil pedazos, las manecillas se trabaron y mientras son arregladas por ingeniería de alta gama, debemos aprender a respirar lento y pausado.
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