Seguro que para muchos de ustedes el domingo ideal se resume en una buena barbacoa con la familia y amigos. Pues bien, disfruten lo que puedan porque en poco tiempo podrían ser considerados unos delincuentes por arte del pensamiento único del Gran Hermano “Bo-bo”. Se preguntarán con razón qué diantres es eso. Se los explico. Los “bo-bos” son la quintaesencia del esnobismo. El socialismo ilustrado que no da palo al agua. “Bo-bo” es un acrónimo inglés que define a los burgueses-bohemios (bourgeois-bohemians), esa casta a la que se le llena la boca diciéndonos lo que tenemos que hacer los pobres curritos porque ellos han medio leído a Chomsky, el lomo de “La sociedad opulenta” de Galbraith, y alguna gacetilla medio intelectual de la que extraen sandeces épicas. Los “bo-bos” son los “flipados” del reciclaje que nunca han plantado un árbol, los que se largan a Tailandia en business tirando de cargo y luego nos chorrean por coger un avión de Pascuas a brevas con que si la huella de carbono y el corto radio aéreo. Los que cacarean como locos contra el trabajo basura y luego tienen a una inmigrante limpiando en casa sin cotizar.
Todos ustedes saben quiénes son esos “bo-bos”. Sí, esos que claman contra el trabajo esclavo en África y cambian de móvil cada año. Los que piden libertad para los que hacen del odio su afán, esos que queman contenedores y asaltan comercios, y son incapaces de exigirla por los miles de presos políticos de Venezuela y Cuba. Los que se irían de cabeza a operarse a corazón abierto al neoyorquino Mount Sinai, un hospital judeo-estadounidense, mientras insultan a Israel. Los que claman contra Occidente, pero jamás se irían a vivir a Corea del Norte. Esos que piden salarios dignos y más trabajo estable y compran “Made in China” sin mirar la etiqueta. Por eso no hay trabajo aquí, amigos.
Los que se aprietan una chuletada y luego nos la niegan a nosotros. Les pondré un ejemplo. El ministro de Consumo español, un tal Garzón, es un “bo-bo” de manual, de traje dominical. Al ministro pseudo-comunista se le ha ocurrido insinuar que los ganaderos son poco menos que los responsables del cambio climático por los gases que expulsan las bestias. Según este sujeto, que tiene su réplica en todos lados, los ganaderos esquilman los bosques. El tipo quiere acabar con las explotaciones extensivas, de las que come la clase trabajadora a la que dice representar porque no les llega para zamparse su menú ministerial del día. Quiere que comamos de la cartilla de racionamiento que él diseñe, por nuestro bien. Todos veganos o, mejor, cubanos.
La cuestión es que los “bo-bos” nos toman por iguales y no lo somos. Sabemos que la ganadería es responsable solo del 9 % de las emisiones de CO2 y que las vacas comen de terrenos improductivos en su mayoría, que son abonados por los propios animales. Además, previenen los incendios al comerse el pasto seco.
También sabemos que el campo vive de lo suyo y que convertirlo en un Silicon Valley por arte de birlibirloque llevaría su tiempo. Siglos, que por algo es aún campo. Y es que el argumentario de los “bo-bos” cabe en una galletita de la suerte china. Según ellos, en el campo no hacen falta vacas, cerdos o gallinas para el consumo humano. Deben vagar libres, como en una peli de Walt Disney, sin comerse unos a otros. En su ideario de guardería, sembrarán el campo de “bo-bos” y fabricarán chips prodigiosos y el 6G y el 7G. Y los mortales no catarán un buen filete más que en Navidades. Ellos a diario, que se lo han ganado