Por Karen Roldán Higuita
Los escenarios que conforman al país de hoy nadie los vio venir: una pandemia, éxodo de migrantes, aumento de la inseguridad y la violencia, desempleo del 15,9 %, acompañado de una informalidad laboral sin precedentes, una crisis de gobernabilidad en la segunda ciudad más importante del país y una reforma tributaria que no fue bien recibida ni por los aliados políticos del Gobierno Nacional.
Este país lo tiene todo para salir adelante, para superar guerras absurdas, para combatir la criminalidad, eliminar la corrupción, generar empleo, para convertirse en el país que merece ser, porque está habitado por personas trabajadoras, emprendedoras, empáticas y sobre todo resilientes. Porque tenemos futuro.
El problema es que es el Estado el que parece haber abandonado ese propósito hace ya mucho tiempo y viene haciéndose el de “la vista gorda” con la ciudadanía y sus necesidades. Las marchas, los monótonos “paros nacionales”, que no son más que manifestaciones pasajeras, y las quejas en redes sociales no parecen ser las vías correctas o las más efectivas para que la ciudadanía sea escuchada.
Hoy el país no tiene una brújula, carece de líderes, de políticas inclusivas y efectivas. Parece que estamos cayendo en picada hacia un destino desconocido .