Por LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS
Los hijos sobreprotegidos se vuelven débiles y timoratos y, cuando adultos, carecen por lo general de la agresividad mínima para abrirse camino en la vida y hacerse respetar. Es frecuente también que, ya mayores, busquen la protección de un Estado paternalista como sustituto de sus progenitores.
Son personas con insuficiente desarrollo de la personalidad y, en los casos extremos, emocionalmente impedidas, que encuentran muy difícil adaptarse a condiciones normales.
Lo importante es considerar que el exceso de protección de los padres o de la familia impide un desarrollo armonioso del carácter y la voluntad, lo que crea una tendencia a tratar de conseguir cosas en la vida manipulando emocionalmente a otras personas, en vez de seguir la vía del mérito y esfuerzo personal. Con esta problemática, no les queda energía para luchas morales, ni tienen la fuerza necesaria para rechazar las tentaciones o postergar el placer inmediato para conseguir un bien distante de mayor valor. Huyen de los desafíos importantes, por el temor que estos les inspiran. Es menester reparar en que la debilidad de carácter del joven sobreprotegido lo conduce directamente a la permisividad, ya que atenerse a reglas y principios sólidos requiere disciplina y voluntad