Siempre he planteado que la confrontación entre EE.UU. y China, rigurosamente no debe denominarse como una “nueva” Guerra Fría, porque esta fue una confrontación esencialmente de naturaleza ideológica y la preocupación fundamental del Partido Comunista Chino (PCCh) no es imponer el comunismo en el mundo, sino como dije unas columnas atrás, garantizar su permanencia en el poder asegurando una actividad económica que no genere nuevamente pobreza igualitaria, así sea a costa de la salud de todo y de todos los demás.
Pero eso no significa que no exista una lucha de magnitudes considerables en proceso que podrían convertir a la década de los 20’s en el escenario temporal de un pulso geopolítico y geoeconómico tan grande, que la mesa en que estamos todos los demás, unos más o menos relevantes que otros, temblará.
La disputa no tiene que ser necesariamente en el terreno militar, para eso están las ciberguerras, pues una guerra convencional con EE.UU. dejaría a China victorioso en algunas acciones tácticas, pero derrotado estratégica y descomunalmente. La historia ha demostrado que a EE.UU. se le hace daño, pero es duro de matar, y todavía no hay razones para pensar lo contrario.
Aunque la probabilidad de una guerra convencional es muy baja, viene aumentando la del fin del “ascenso pacífico” de China. Las señales emitidas en los últimos tiempos por el PCCh, tanto las voluntarias y planificadas, como las que intenta infructuosamente que no sean percibidas para no generar una reacción en contra, así lo indican. La toma de Hong Kong es indudable y esa será la muerte definitiva de la ingenua idea que Taiwán podrá sobrevivir sin doblegarse a Beijing. La conquista por la fuerza del Mar del sur de China, Taiwán incluida, sigue su marcha, porque nunca fue opción sino una decisión.
Para una pelea se necesitan mínimamente dos y la materialización de esta confrontación dependerá de la actitud, claridad de las circunstancias, recursos e instrumentos elegidos para afrontarla, de los objetivos a mediano y largo plazo de China y EE.UU., pero principalmente de la evolución de sus males y debilidades, que en la crisis económica que iniciamos serán mucho más relevantes que sus virtudes.
La actitud de EE.UU. definirá la evolución de esta confrontación. La brillantez del pensamiento estratégico que abundó luego de la Segunda Guerra Mundial, pues ya no existen los Nicholas Spykman en EE.UU., fue reemplazada por la miopía estratégica y el ego patológico, garantías para que el PCCh avance. En cierto tipo de luchas, no avanzar es retroceder, como con Obama, pero cuando por pensar exclusivamente en sí mismo retrocedes, estás en grave peligro.
EE.UU. se convirtió en un poder global que le trae beneficios, pero el espasmódico ombligocentrismo estadounidense, del cual el actual gobierno no es causa sino manifestación, le impide entender las obligaciones que ello implica, cuál su papel en el mundo y los instrumentos para hacerlo efectivamente. Ventajas para que el PCCh avance .