Para Passolini, el poeta del año debería ser el goleador del campeonato. Con el permiso del cineasta italiano, sugiero que este semestre esa distinción se reparta entre la trinidad pagana integrada por Mier, Candelo y Barrera, jugadores del Atlético Nacional.
La trinidad podría ser de cuatro, incluido el técnico Herrera, quien aclaró para la posteridad que no le pagan su desnutrida quincena para jugar bonito, sino para ganar campeonatos.
Quienes levitamos con el juego bello pasamos el sombrero para que nos regalen chilenas, rabonas, túneles, escorpiones, bicicletas, goles olímpicos. O una zubeldiana.
El gol es la poesía del fútbol; el triunfo es la prosa, el pragmatismo. Allí se matricula Herrera, a quien llamaron para tapar una gotera y terminó reconstruyendo el edificio completo.
Todo por el sueldo más bajo que gana un entrenador, según Guio Moreno, poeta de la zurda. En su endiablada y anárquica extremidad arrancó la jugada que terminó en el gol de Jarlan Barrera que dejó a Nacional con 17 copas.
En los partidos de la final Nacional-Tolima hubo goles insólitos como un elefante bonsái. El de Jarlan, con el que el verde ganó el título, parece calcado del juego de billar. Fue un gol de tas-tas. Los expertos la llaman zubeldiana.
En la zubeldiana (por Zubeldía, entrenador de fútbol argentino) viene primero el tiro de esquina, luego un feliz entrometido acaricia el balón hacia atrás, sin intención de hacer el gol, descoloca la zaga del rival, y un tercer jugador la mete. Pilao.
Fue lo que hizo Barrera, otro de los convocados por el entrenador para apagar el incendio que se veía venir cuando el pánico cundía. En las postrimerías del partido, mientras escuchaba el partido por radio, seguí lavando la loza, entregado a la pena, llorando por dentro, como dice mi nieta Ilona.
En el partido de ida jugado en Medellín, ¿qué hizo otro jugador, Candelo, para merecer el rótulo de poeta del semestre?
Abróchense los cinturones. En algún momento, desde una distancia como de la tierra a la luna, jugó el balón al azar y se ganó la inmortalidad porque vio que Domínguez, arquero del Tolima, estaba adelantado. Cuando mi pariente regresó a su base, el balón dormía la siesta en su portería.
Los de la Fifa tienen a Candelo de candidato para el premio Puskas, algo así como el Nobel del fútbol que se le otorga al jugador que haga el gol 90-60-90, dicho sea con las medidas de las bellas que alborotan la libido.
No se vayan todavía: el arquero nacionalista, Mier, se lució en múltiples ocasiones a lo largo del campeonato. Para mencionar la última faena: atajó un penal en la final ante el Tolima, en Ibagué, y se ganó un puesto en la leyenda. Con el perdón de Passolini y de los demás candidatos, el poeta del semestre solo puede ser el arquero Mier