Por Carlos Alberto Giraldo M.
Cabalgar esta ciudad desde la silla más importante de su dirigencia pública es un gran reto. Medellín patalea por todos lados, en especial en los callejones de su inseguridad. Es un tema obligado de cada cuatro años. Aunque los indicadores de violencia han bajado, poco a poco, o se han estancado, la percepción ciudadana y la realidad mandan a que el próximo alcalde tenga muy claro un plan de seguridad, para que el crimen en las calles no vuelva a desbocarse.
Otra vez Medellín está, en promedio, por arriba de 24 homicidios por cada 100 mil habitantes. Esa cifra exige un trabajo específico y dedicado del nuevo alcalde y su secretario de Seguridad, para que pueda quebrarse y descender en los próximos cuatro años.
Hay algunos análisis que dictan que ese indicador no debe convertirse en una obsesión tal, que gobernar a Medellín sea solo evitar muertes violentas. Pero enfriar el clima de la violencia urbana es sin duda sustancial para que otros procesos y proyectos, ya de orden social, económico y cultural, se desenvuelvan sin la presión y la perturbación de una ciudad con ciertos territorios cogobernados por el hampa y sometidos y deprimidos por las amenazas a la vida individual y comunitaria.
La gran pregunta es el cómo lo hará, cómo lo diseñará el próximo alcalde y para eso ahí están los candidatos.
Es una responsabilidad mayúscula para quienes opinan dar una señal, una recomendación a los lectores y ciudadanos frente a ese espectro complejo y variopinto que componen, en esta campaña, tantos aspirantes a tomar las riendas de la ciudad.
Pero hay que tomar partido. Es un acto de transparencia y responsabilidad.
Después de analizar propuestas, planes de gobierno, hojas de vida, experiencia, comportamiento y calidades profesionales y humanas, no hay duda a la hora de expresar que quien reúne los mayores atributos para enfrentar los problemas y los retos de Medellín, entre ellos el de la seguridad, pero también los de las inmensas expectativas y necesidades sociales de una ciudad que aún está lejos de ser equilibrada y equitativa con el conjunto de sus actores sociales, en especial aquellos más vulnerables, es Juan David Valderrama, de quien resaltan la idoneidad y la preparación para asumir ese relevo.
Le es difícil, según reflejan las encuestas, pero no es imposible. Siempre corren ríos de opinión cuya corriente no registran esos ejercicios tan aleatorios. Valderrama cuenta con la juventud, la firmeza, la transparencia y el amor por la ciudad. Ojalá los ciudadanos sean capaces de ir más allá de los dictados de los encuestadores y elijan al indicado.