El profesor Samuel Oliner es el director de una institución en la Universidad de California cuya finalidad es promover la solidaridad de los estudiantes con los sufrimientos de su prójimo.
Su dedicación a esta causa surgió a raíz de que perdió a toda su familia en el Holocausto y sobrevivió gracias a que alguien arriesgó su vida para salvarlo de ser una víctima más del genocidio alemán.
Esta experiencia le permitió ver que, quienes se interesan por ayudar a los demás en sus desventuras son, por lo general, personas que también han sufrido mucho.
Oliner fue uno de los primeros científicos en comprobar que las personas que han padecido una experiencia devastadora logran apaciguar y sanar más rápidamente sus heridas cuando se dedican a ayudar a quienes viven una tragedia similar. Y que al auxiliar a quienes les urge el apoyo y solidaridad frente a una gran desdicha, los que más se benefician son ellos mismos.
Sin embargo, hoy en día los padres hacemos grandes esfuerzos por evitarles cualquier clase de dolor o contrariedad que pueda afligir a los hijos, porque no queremos verlos sufrir.
Pero de lo que no nos damos cuenta es que cuando tratamos de protegerlos del sufrimiento legítimo estamos impidiendo que ellos gocen de las bendiciones de solidarizarse con las desventuras de su prójimo.
Ser compasivos es la clave para que ellos tengan la satisfacción de “ponerse en los zapatos” de quienes tienen mucho que lamentar.
Si sembramos en nuestros hijos la empatía por los padecimientos de sus semejantes y los animamos a ser solidarios con quienes no tienen los recursos necesarios para superarlos, estamos a la vez capacitándolos para que sus propias desventuras o reveses los enriquezcan y, como resultado, sean personas más humanas y compasivas.
Hay muchos ejemplos en la historia de personas que, debido a que han vivido una gran pérdida o una terrible desgracia, pudieron encontrar una misión o una vocación altruista que enriqueció inmensamente su existencia, como fue el caso del mencionado científico. Esto significa que una de las mejores oportunidades para que los hijos vivan plenos y satisfechos es animarlos a que ayuden a quienes precisan de su generosidad, de su solidaridad y de su buen corazón.