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David E. Santos Gómez
Columnista

David E. Santos Gómez

Publicado

Los valientes señalamientos de Michelle Bachelet

Por david e. santos gómez

davidsantos82@hotmail.com

Como Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos la chilena Michelle Bachelet (presidenta de su país entre 2006 y 2010 y entre 2014 y 2018) está presentando una radiografía por partes de la crítica situación latinoamericana con una serie de informes que nos dejan mal parados. Cuando lo hace, sin excepción, y pone el dedo en las dolorosas llagas de los abusos que comenten los gobiernos contra sus ciudadanos, saltan las alarmas del poder por igual en Venezuela, Chile, Brasil, Nicaragua o Colombia.

La oficina de Bachelet, y un grupo amplio y especializado de funcionarios, van a países con denuncias por violaciones a derechos humanos. Los recorren, escuchan versiones de los involucrados, y finalmente presentan un escrito en el que ponen en relieve el panorama de la situación y analizan algunas alternativas. Por último, dan en lista y sin complejos algunas recomendaciones.

Para el caso latinoamericano cada nación simboliza un desafío particular. En algunos es el abuso policial el que resalta mientras en otros la preocupación va por el deterioro de las instituciones. En ciertos países la persecución y el asesinato de líderes sociales es patente. En los casos más angustiantes -Maduro, Ortega- las cifras en rojo saltan en casi todos los indicadores con gobiernos autoritarios, sin contrapesos, silenciadores de disidencias y sistemáticos en sus ataques a la libertad de expresión. En el continente entero, por desgracia, hay retrocesos y el trabajo por la defensa de los derechos humanos sufre interferencias o presiones graves. La crisis de la pandemia lo ha complicado todo aún más.

Bachelet lo ha dicho y lo sigue diciendo de una forma valiente. Pero a nuestros gobiernos, sin importar su signo político, no les gusta el diagnóstico. Que la ONU marque las falencias es visto con frecuencia como intromisión, y aún con las pruebas en la mano, los presidentes niegan la evidencia. Cuando el señalado es nuestro enemigo en el ajedrez político del vecindario, los informes de la oficina de las Naciones Unidas son la palabra última. Cuando las acusaciones, por el contrario, caen sobre nosotros mismos, la chilena pasa a ser una funcionaria histérica que desconoce los contextos. Igual a la derecha del espectro que a la izquierda. Y ahí salta la paradoja -y a la misma vez la revelación- sobre la forma y el fondo que sostienen a nuestros discursos hemisféricos

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