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Macaco: no rehuir más la verdad

Por carlos alberto giraldo

carlosgi@elcolombiano.com.co

El ofrecimiento de Carlos Mario Jiménez, alias Macaco, de incorporar sus declaraciones a las audiencias y los procesos de la JEP, tiene total pertinencia: su extradición en mayo de 2008 a Estados Unidos, junto a otros 13 exjefes paramilitares (Salvatore Mancuso, Diego Fernando Murillo, Ramiro Vanoy, Hernán Giraldo y Juan Carlos Sierra, entre otros) logró el efecto anestésico y amnésico que buscaba el gobierno de entonces frente a la necesidad de que se conozca la verdad sobre la conformación, operación, conducción y crímenes de los grupos reunidos en la confederación paramilitar que fueron las AUC.

La Ley de Justicia y Paz apenas logró reconstruir una versión fragmentaria y llena de zonas grises sobre los hechos del conflicto armado relacionados o ejecutados por la maquinaria que en principio lideraron Fidel, Carlos y Vicente Castaño, pero que en su largo recorrido incorporó a otros bloques y jefes de autodefensa del Sur de Bolívar, de Valledupar y los Santanderes, la Sierra Nevada de Santa Marta, Chocó y Valle del Cauca.

El libro de esa violencia y sus autores no solo materiales, sino sobre todo intelectuales, está lleno de agujeros, de versiones a medias y de encubrimientos calculados, soporte de una impunidad que indigna a muchos colombianos y que convierte, a otros tantos, en niños de brazos despistados, distraídos por expedientes judiciales viciados.

La oferta de Macaco, vista en la perspectiva de un compromiso decidido y honesto, debe ser la de un testimonio que no solo sirva para recobrar las muchas piezas perdidas del rompecabezas del conflicto armado colombiano -en cuanto a su ocurrencia militar y sus responsables intelectuales-políticos-, sino también debe permitir el alivio de cientos de familias que claman respuestas sobre sus muertos y sus pérdidas.

La extradición resultó ser un mecanismo eficaz de ablandamiento de las conciencias y la determinación de colaborar de los jefes de aquel período del paramilitarismo en Colombia, con tentáculos y socios en el Congreso, los partidos y el Ejecutivo en todos sus niveles.

Las versiones de Macaco y sus pares de entonces constituyen una pieza clave para ensamblar con el relato de exguerrilleros y militares implicados en delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra. La historia íntegra de lo ocurrido se disgrega en esa variedad (disímil) de actores.

Si el de Macaco es un aporte en tal sentido, y no la búsqueda exclusiva de un perdón judicial a sus delitos; si tiene el interés de esclarecer e identificar hechos y actores, situaciones y responsables, hay que darle relevancia y oportunidad a su verdad.

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