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Jorge Ramos
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MATAN MUJERES EN MÉXICO, Y NO PASA NADA

Por JORGE RAMOS

redaccion@elcolombiano.com.co

Marichuy cayó de un quinto piso. Pero su madre está convencida que no fue un accidente ni un intento de suicidio. Ella cree que la mataron ese 16 de enero del 2016. Marichuy es solo una de las miles de mujeres que son asesinadas en México. Y no pasa nada. Sus agresores, en su mayoría, están libres.

“Lo que sé, por los peritajes y las investigaciones, (es que mi hija) sufrió violencia de género, sufrió violencia sexual”, me contó en una entrevista su mamá Yesenia Zamudio. “A Mari la avientan de un quinto piso... No sé si la violaron o la intentaron violar. Lo que sé es que se defendía y huía por una ventana muy pequeña. Se paró sobre la protección de una ventana... (y tras) los forcejeos, la avientan al vacío. Lamentablemente cayó. Nadie la ayudó. Después la dejan en el olvido, desangrándose”. No hay ningún arrestado en su caso.

Yesenia, la mamá de María de Jesús Jaime Zamudio (mejor conocida como Marichuy), se dio a conocer recientemente por un video que se hizo viral en las redes sociales. “Y si quemo, y rompo, y hago un despadre en esta ciudad ¿cuál es su problema”, se le escucha decir en las imágenes. “¡A mí me mataron a mi hija! ¡Yo soy una madre que me mataron a mi hija! Y sí, soy una madre empoderada y feminista... Tengo todo el derecho a quemar y a romper y no le voy a pedir permiso a nadie. Porque antes que asesinaran a mi hija han asesinado a muchas”.

Esta protesta, tan pública y digital, la hizo Yesenia y otras mujeres frente al lugar donde mataron recientemente a Ingrid Escamilla. El cuerpo de Ingrid, de 25 años de edad, fue encontrado descuartizado y su pareja fue acusada del brutal crimen.

El feminicidio es el asesinato de una mujer por el simple hecho de ser mujer. Aunque el código penal federal de México requiere, para clasificar un crimen como feminicidio, que la mujer “presente signos de violencia sexual” o que hayan existido amenazas, antecedentes violentos, una relación sentimental, privación de libertad y exposición de la víctima en un lugar público.

En el 2019 hubo 1010 feminicidios en México, más del doble de los 426 reportados en el 2015, según cifras oficiales. El problema es que muchos asesinatos de mujeres caen en la muy amplia categoría de “homicidios dolosos.” Y esa categoría es como una fosa común. Desde que el presidente Andrés Manuel López Obrador tomó el poder el primero de diciembre de 2018 hasta el 31 de enero de 2020 han sido asesinados 40.299 mexicanos y mexicanas. Estas son las cifras más altas desde la revolución.

A veces da la impresión de que Amlo no sabe qué hacer. Y muchos mexicanos se preguntan si tiene la capacidad y el plan concreto para enfrentar el problema más grave que tiene el país.

En una vieja entrevista (en 2017) le pregunté al todavía aspirante presidencial si era feminista y, sin responder, me dijo: “Las mujeres merecen ir al cielo”. Amlo mostró esa misma ambigüedad en una reciente conferencia de prensa cuando recitó un vago decálogo de buenas intenciones para enfrentar los feminicidios. “Hay que respetar a las mujeres, no al machismo”, dijo. Y en otra “mañanera”, cuando una reportera le preguntó sobre un “plan puntual” para reducir los asesinatos de mujeres, el presidente aseguró que se estaban “atendiendo las causas” y volvió a caer en lugares comunes: “Que haya mucho cariño, que no haya odios”.

Ese mismo día el presidente dijo: “No hay impunidad; el que comete un delito es castigado”. Pero eso no es cierto. La gran mayoría de los crímenes en México no son castigados. Una encuesta del Inegi concluyó que el 93 por ciento de los delitos en México no son denunciados o investigados. Es lo que se conoce como “cifra negra”.

Por eso la idea de crear una fiscalía especializada en investigar delitos contra las mujeres es un buen primer paso. Pero lo más esperanzador que está ocurriendo en México es una nueva cultura contra el silencio y el machismo. Y son las mujeres quienes están tomando la iniciativa con denuncias y protestas.

Hace poco el presidente López Obrador les pedía a los grupos feministas que no pintaran las puertas del Palacio Nacional, donde vive y trabaja. Sin embargo, Yezenia, la madre de Marichuy, tiene otra idea. “No queremos pintar su puerta, señor, se la queremos tirar”, dijo. “Queremos que nos escuche”.

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