Por hernando uribe c.
¿Cuánto me detengo a preguntarme quién soy yo, de dónde vengo, qué camino recorro y adónde me encamino? ¿Sí sé que Dios es amor, que, por ser amor, sale de sí mismo a crear criaturas de amor y que todo lo que existe es, por lo tanto, criatura de amor? ¿Sí sé qué es amor y cuánto amo para lo que puedo y debo amar? Preguntas que esperan respuesta.
Según la RAE, examen es “prueba que se hace de la idoneidad de una persona para el ejercicio y profesión de una facultad, oficio o ministerio”. Aplicado a la relación con Dios, el examen es de amor. Por eso es muy acertado el aforismo de san Juan de la Cruz: “A la tarde te examinarán en el amor”. El poeta místico conoce admirablemente el corazón de Dios y el corazón del hombre, con la certeza de que su distintivo es el amor.
Cuando hago un curso, al final hago un examen para demostrar cuánto aprendí y cuánto sé de lo que estudié. Nacer es quedar matriculado en la escuela de la vida, cuyo tema es el amor entre el hombre y Dios. “Donde no hay amor, ponga amor y sacará amor”. El amor es el curso que va desde el nacimiento hasta la muerte, y cuyo maestro es Dios.
Si me dedico a cultivar la esperanza de que a la tarde seré examinado en el amor, la esperanza moldeará amorosamente cada gesto de mi vida. Y, así, cuanto más cultivo la esperanza de ser examinado en el amor, más me preparo para obtener la máxima calificación en el examen, que anhelo con todo el corazón, pues un examen de amor no puede ser sino amoroso.
Yo me amo en la medida en que hago unidad conmigo mismo, y como criatura de amor, el amor es mi distintivo: amarme a mí mismo, amar a los demás, amar el mundo en que vivo y, sobretodo, amar a Dios. Hacer unidad con Dios rebasa toda fantasía, pues yo soy finito y Dios, infinito, y si yo amo a Dios y me dejo amar de Él, participo de su infinitud.
La pandemia nos está obligando a pasar más tiempo en el hogar, con desconcierto para muchos. Si miramos bien, hogar significa fuego, el fuego del amor, la atmósfera más apropiada para cultivar la relación de amor con quienes vivo en él, en el hogar. Al hogar humano le agrego el hogar divino aprendiendo a orar juntos, y entendiendo la oración como el cultivo de la relación de amor con el Creador