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Medellín es una madre, nada se ama como a una madre

Por Sergio Molina - redaccion@elcolombiano.com.co

Mi objeto de investigación siempre ha sido la relación del hombre con lo que le rodea y el amor que este recibe y expresa. En esta oportunidad hablaré de los sitios amables, sí, los lugares, el ambiente que nos rodea y con el cual podemos tener una buena o mala relación. Las ciudades, como la pareja sentimental, devuelven lo que se les da, reaccionan según se les cuide. Eso se llama reciprocidad. Al Valle de Aburrá le duele esa madre acogedora que era Medellín y aunque se me diga forastero, los forasteros, pasantes o circundantes no somos ajenos al entorno y lo podemos comentar. Contemplando esta amorosa Medellín, sentimos dolor por el daño a la madre.

Los sitios de trabajo, de habitación o de tránsito son lugares que las personas regularmente dignificamos o bendecimos con el orden, el aseo y la estética. Es lo que pretendemos cuando llevamos un cactus o una suculenta a la oficina, un portarretratos y nuestro vaso para el café, hacemos amable (digno de ser amado) nuestro espacio. El papa Francisco en la encíclica Laudato si, de 2015 sugirió: “la destrucción del ambiente humano es algo muy serio, porque Dios no sólo le encomendó el mundo al ser humano, sino que su propia vida es un don que debe ser protegido de diversas formas de degradación”. He ahí un evidente llamado a reclamar a quien está degradando, a increparle amorosamente por su precaria gestión que no hace mucho por el bienestar de la ciudad y los que la habitan o frecuentamos.

Es evidente que esta relación con la amada Medellín, está en crisis, no obstante, aún podemos ir a terapia y reconducir el juramento. Yo la amo y ella me cuida, yo elijo bien y ella se hará amable a nosotros.

De quién gobierna a Medellín, hemos esperado Intencionalidad demostrada: “si me amas, demuéstramelo”, más que palabras esperamos actos verificables como buenos, bellos y virtuosos, tan escasos en este estilo de gobierno. Ello se denomina en relacionamiento como “reciprocidad” y según lo cita el filósofo contemporáneo Jean Luc Marion en su libro El fenómeno erótico, los amados y amables estamos atentos al buen estímulo que viene de quien nos debería amar y se traduce en la seguridad que sentimos, en el gusto al ser reconocidos por ese otro de afuera. Los medellinenses no vienen percibiendo esa tranquilidad que se supondría de quien, siendo primera autoridad, los ame y que contrariamente, ignora, descalifica y ataca permanentemente. Es pertinente preguntarle al burgomaestre: ¿usted realmente quiere a Medellín?, sus actos al ser verificados, demuestran que no: maltrata al ser que dice amar, a su ciudad y a su gente, intenta controvertir y disfruta ver peleando a sus gobernados.

A veces sólo paso por Medellín, otras veces la habito del punto A al B, pero ello basta para sentir que la ciudad no huele ni se ve bien. Está deslucida desde el poblado hasta Belén y ello se evidencia por la indiferencia de quien debería tener la casa bonita como halago para sus amados moradores y vecinos. Hablo de que la casa debe estar limpia por dentro y por fuera apelando a ese bello principio sagrado que reza: “de la abundancia del corazón habla la boca”, todo se trasluce, las buenas y malas intenciones sí que cierto.

Si la ciudad ya no se nos hace tan amable, no es por sus habitantes generosos y amables (dignos de ser amados); es seguramente por el burgomaestre de turno, que, en Medellín, se ocupa más de ganar pulsos políticos que de ser amable (digno de ser amado). Alguien debe empezar a amar primero (el estímulo primero), como insiste JL Marion y este debiera ser el papá de la casa, si me permiten esa metáfora, pero ante lo evidente, ¡que orfandad de padre tan impresionante la que sentimos de quien debiera defendernos y amarnos!, y que solo se ocupa de defender-se y amar-se (solo usa estos verbos de forma reflexiva). .

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