Las estadísticas oficiales nos confirman que en Medellín, en 2014, hubo 653 homicidios. No hay estudios paralelos de alguna ONG u otro centro de monitoreo que refuten las cifras entregadas por la Alcaldía de Medellín y la Policía Metropolitana. Infiero, entonces, que no se trata de cifras maquilladas y que si hubiere algún desfase, mínimo, no llevaría el registro por arriba de 700 asesinatos.
Como he sido particularmente crítico del discurso oficial sobre la violencia en la ciudad, creo que es necesario destacar este resultado que, por sí mismo, es el más halagüeño en 35 años. Los números son objetivos. Medellín rebajó los homicidios un 29 por ciento en relación con 2013 y su tasa es de 26,7 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Quiero recordar a los lectores más jóvenes, por ejemplo, que en 1991 en Medellín hubo 6.349 asesinatos, 17 por día. Y en 1994 (hace 20 años) hubo 4.777, y en 1996, 3.853. Eso, ni más ni menos, señores, en relación con esos años aciagos, nos dice que hemos bajado cuatro y cinco mil homicidios por año. Para resaltar. Imagínense lo azaroso que resultó salir a la calle para varias generaciones. Nos rondaban el plomo, las puñaladas y la sangre.
Fui testigo de excepción, como reportero y como ciudadano, de aquella tragedia, de aquel desastre humano. Por eso celebro esta cifra, porque nos revela que, poco a poco, la vida está recuperando su valor sagrado. Entre los jóvenes de las bandas y los combos hubo un tiempo en que matar a alguien se volvió paisaje, “gatilleo” cotidiano. Acto mecánico. Frío. Demencial.
Por supuesto que a estas estadísticas de reducción de homicidios las acompañan otras poco alentadoras de percepción de inseguridad: por los constantes robos callejeros y la extorsión. Además de una proliferación inquietante del microtráfico y del control social de las bandas criminales, con sus redes que se extienden desde el centro de la ciudad hasta los barrios de la periferia. Todo el crimen filado.
Es desde ahí que se cuestiona el trabajo de la Alcaldía y la Policía, porque aún no logran someter a esos parapoderes que controlan la droga, la prostitución y las vacunas en todos los niveles del comercio. Porque todavía proliferan las armas de fuego cortas entre los combos y las bandas.
Entonces, viene la pregunta: ¿esto es virtud solo de la presión y el control de las autoridades, o es solo una calma impuesta por los intereses del crimen organizado de bajarle el perfil violento a Medellín?
Bueno, 2015 servirá para medirle el pulso a estas verdades, una de las cuales es que hubo menos de 700 homicidios, y eso es apreciable y debe alegrarnos a todos.