Por Jesús Eduardo Vélez Mejía
La famosa “cultura paisa”, que nadie sabe qué es, algunos la creen patrimonio de aguerridos antioqueños que eran capaces de medírsele a todo y que dentro del concierto de diversas culturas colombianas eran sorprendentes por su empuje, coraje, arrojo, “hombría” y más. Así fuimos criados, orgullosos y si se quiere arrogantes, siempre nos creímos los mejores y los más grandes.
Pero de un momento a otro nos descuadernamos, la ciudad se empezó a llenar de cordones de pobreza y miseria. Luego llegó el desempleo, las bandas de muchachos haciendo maldades, más tarde la droga, el narcotráfico, sicarios, prostitución, desempleo, etc.
Poco a poco fuimos recuperando la tranquilidad y la confianza hasta el punto que nos volvimos la ciudad de moda. Pero cuando uno ve por las redes y noticieros personajes como el de poncho, carriel, acento montañero y navaja en mano, tumbando, despreciando y destruyendo la bandera multicolor del Orgullo Gay y reclamando para nuestra ciudad “respeto” y la bandera verde y blanca que nos identifica, me lleno de dolor y por mi rostro descienden lágrimas, que más por rabia, por dolor de patria. Es el límite del desprecio por una sociedad o una comunidad que lo único que pide es un espacio social normal como lo tienen otros iguales ciudadanos.