Por Pablo Toro Cadavid
Universidad EIA. Facultad de Ingeniería Administrativa, primer semestre.
ptoroc0209@gmail.com
En las pasadas elecciones regionales del 27 de octubre, el país se sacudió. Colombia demostró que, aunque sigan existiendo inconsistencias en su sistema electoral, las personas cada vez se sienten menos atadas a partidos políticos y cada vez más a ideales y a personajes.
En Medellín ganó un independiente, una persona que se autodenominó sin ataduras ni compromisos políticos, de centro. Yo termino por creer que sí lo es, a pesar de lo que digan muchos. Se quejan de que ha pasado por varios partidos políticos y que apoyó y luego niega ataduras con ciertos personajes públicos, pero eso más que cualquier cosa, me refuerza aún más la idea de su independencia. Yo desconfío de quienes siguen ciegamente, quienes miran para el otro lado cuando el prójimo abusa, creyendo que la política es un juego que hay que ganar como sea.
Yo tiendo a ver con mejores ojos a quienes viran de sus propias opiniones, porque me demuestran que la lealtad no es absoluta, demuestran que se pueden equivocar y corregirse, y que, más que nada, no se las saben todas ni quieren aparentarlo.
Independientemente de si era la mejor opción o no, creo que vale la pena asimilar del todo lo que acaba de pasar en la capital antioqueña. Acaba de ganar (otra vez) un independiente, alguien que rechazó el apoyo de partidos, alguien que no se polarizó cuando desde Bogotá mandaban trinos que lo empujaban de un lado a otro del espectro político.
Medellín no escogió ni al candidato de extrema derecha, ni al de extrema izquierda. Medellín, teniendo en el tarjetón tantas caras y tantos nombres, se decidió por el diferente, por el que menos parece interesarle satisfacer a jefes políticos.
Y nada me parece más importante del resultado electoral que eso.
Porque con esa cachetada electoral que se les pegó a los extremos del espectro político, Medellín demuestra que es más de ella misma que de algún partido o caudillo; demuestra que es rebelde, fiel a sus valores y, ahora más que nunca, independiente y resistente a la polarización.
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