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Elbacé Restrepo
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Elbacé Restrepo

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MEDELLÍN YA NO NOS PERTENECE

Por Elbacé Restrepo

elbaceciliarestrepo@yahoo.com

El alcalde ha dicho muchas veces que Medellín ya no nos pertenece. Y es verdad. Tristemente, Medellín le pertenece al hampa. ¡Sí, descubrí la importancia del agua en la navegación! También sé que no es de hoy, y que tampoco es solo aquí, pero la situación de inseguridad en nuestra ciudad ya pasó de castaño oscuro.

Cuando pensamos que todo empezaba a volver a la normalidad, que la economía comenzaba su reactivación, que cumpliendo con los protocolos de bioseguridad podríamos volver a salir, sentarnos a disfrutar un café con los amigos o un almuerzo con la familia en un sitio público, los ladrones dijeron: “Quietos ahí”. Nos acorralaron a punta de raponazos, hurtos a personas, residencias, edificios, entidades financieras y locales comerciales; vandalismo, lesiones, homicidios, paseos millonarios, prostitución callejera, sicariato... Cualquier modalidad delictiva cabe aquí.

Según la señora Claudia Carrasquilla, exdirectora de fiscalías de Medellín, en un video de este periódico, la inseguridad es producto de la organización criminal, que ha convertido el delito en una fuente de ingresos. Incluso, hay quienes dicen que esta ola que padecemos no obedece a las bandas locales alborotadas, como se estilaba antes, sino que es producto de organizaciones multinacionales dedicadas al crimen, con una metodología y una logística en las que se establecen hasta “cuadrantes”, es decir, que tienen el dominio de ciertas partes del territorio y las adjudican por una tarifa mensual. ¡Nos han vendido al mejor postor! Y no sé si les parezca muy paranoica, pero en los barrios son las bandas delincuenciales las que deciden cuáles negocios pueden vender huevos y cuáles no. Esto ya lo sabíamos con las arepas, ¿recuerdan? Lo que no deciden es cuáles pagan “vacuna”. Todos pagan. Como pagan “arrendamiento” los que piden en una esquina, los que venden confites, los que limpian los vidrios en los semáforos, los que venden mangos. Todos pagan.

Estas organizaciones cuentan con apoyo de abogados, “por si acaso”, y, muy seguramente, con contactos efectivos en la policía para protegerse. Doloroso pero cierto. El de la delincuencia es un negocio muy bien montado. Y si eso lo sabemos los ciudadanos de a pie, ¿qué saben las autoridades de policía y de la alcaldía y qué hacen al respecto? Por el momento, lo de siempre. El secretario de seguridad ha hablado de implementar medidas, alarmas comunitarias y botones de pánico, je, je, je. La policía, por su lado, ha revelado su gran estrategia: Infiltrar agentes encubiertos en los establecimientos para tener una reacción inmediata. Je, je, je. Laxitud, impunidad, “tradición delictiva”, innumerables problemas sociales y pocos programas para erradicarlos, más que combatirlos, forman un círculo vicioso del que no salimos. Soluciones de fondo no se ven, ni se oyen.

La seguridad es un derecho que el Estado debe garantizar, pero no lo hace. Y el problema surge cuando esos vacíos los van llenando los particulares. De eso ya también sabemos y no es tan chévere.

No sé a ustedes, pero ante esta arremetida del crimen organizado a tan alto nivel, a mí me invaden la desesperanza, el miedo y la impotencia

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