Por Tatiana Betancur Quintero
Universidad de Sabaneta, Unisabaneta
Facultad de Derecho, semestre 6
tatiana.betancur.410@unisabaneta.edu.co
Llega la noche, y vuelven esas reflexiones de madrugada que el afán de la vida, por el cansancio del cuerpo había abandonado por completo. Ha sido una pausa obligatoria en nuestras vidas. Un recuento de lo realizado da como balance que se ha perdido tiempo en batallas innecesarias.
De haber sabido que era la última vez que se vería a ciertas personas en mucho tiempo, se hubiesen escogido mejor las palabras, para que quizás no fueran las últimas que resonarán en sus cabezas en tiempos de soledad, silencio y latente crisis.
Elegir el cómo te recuerdan, es proyectarse positivamente en la vida de las personas, impactar más allá del odio y del resentimiento, porque así se odie ese positivismo tóxico, en los tiempos de melancolía es eso lo que reprocha el recuerdo.
Es tiempo de reflexión sobre las relaciones duraderas, qué tan firmes se prolongan en el tiempo, cuando el último instante de contacto físico fue lo que permitió la agenda de ocupaciones vagas en épocas de modernidad, mas no el hecho de la voluntad de las partes para una vinculación que trascendiera el momento.
Nos desacostumbramos a las sorpresas, alta traición al niño interior; pensar que ayer se procrastinaba la vida y hoy nos sorprende. Las horas se hacen largas, no se pueden aprovechar como se quisiera, el fantasma del pasado arroja melancolía de momentos no vividos; ahora estamos solos, confinados a espacios que en teoría guardan relación con nuestros estándares de comodidad, esto, reservado a quienes tienen poder adquisitivo, pero que, a fin de cuentas, no son más que un montón de bienes materiales intrascendentes carentes de sentido en la medida en que se nos extinguen valores preciados e ignorados como libertad y vida.
Que los sentimientos que invadan sean de melancolía y de pereza de quedarse en casa, hace pensar qué afortunadas son algunas personas frente a otras que, dadas sus condiciones socioeconómicas, hoy no pueden ver más allá de la necesidad de techo, comida y abrigo, en un sistema de desigualdad, de altos índices de pobreza y violencia; ojalá la reflexión alcance para permitirse el compartir con quienes ganan el sustento diario sin condiciones laborales dignas.
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