La semana anterior el país conoció las últimas cifras de pobreza y desempleo. Aunque hay signos muy importantes de mejora, aún no debe cantarse victoria; el obvio y necesario optimismo no puede dejar de ver varias situaciones preocupantes. Disminuir la pobreza no equivale a su erradicación y esta errónea presunción denota una gran desconexión y favorece el populismo que aprovecha el descontento resultante de esa evidente realidad.
Sin duda, la reducción de la pobreza monetaria y multidimensional, y la del desempleo, es buena noticia, pues significa que la reactivación de la economía y las ayudas económicas han favorecido esos indicadores. Aun así, hay varios “peros” que se traducen en retos importantes e inmediatos en política pública, de los cuales deben ocuparse con especial prioridad el gobierno actual y los candidatos presidenciales.
Uno de los retos es que hay más personas pobres que antes de la pandemia: cerca de 2,2 millones de personas en condición de pobreza monetaria y 1,4 millones en condición de pobreza extrema. Se perdieron más de diez años de lucha contra la pobreza, tal como lo ha reiterado la Cepal en su último informe del Panorama social de América Latina y el Caribe. La elevada inflación, en especial de alimentos, hace más complejo este panorama; de ahí que Armando Montenegro señale que el índice de miseria de Okun (suma de inflación y desempleo) se sitúe actualmente por encima del que existía antes de la pandemia (20,3 vs 16,4 en 2020).
Pero no solo hay más personas pobres que antes de la pandemia; la pobreza rural también aumentó. Además, la pobreza se distribuye de manera muy desigual, pues un 25 % de la población en esa condición vive en las zonas rurales y otro 25 % vive en las tres principales capitales (Bogotá, Medellín y Cali); adicionalmente, en Quibdó, Riohacha, Santa Marta y Valledupar más de la mitad de su población vive en condición de pobreza. Del total de pobres en condición extrema, el 34,3 % vive en las zonas rurales y cerca del 25 % en Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla y Cúcuta. En ciudades como Riohacha y Quibdó, la incidencia de la pobreza extrema se ubica en 30 % de su población, cifra escandalosa. Por lo tanto, la pobreza rural, su comportamiento regional, en especial en la costa Caribe, y la pobreza extrema son retos inmediatos.
El gobierno debe buscar medidas para abaratar los alimentos; los candidatos deben llevar el desempleo y la pobreza extrema a niveles de un dígito en un plazo inferior al cuatrienio. Además, deben prepararse para los efectos negativos de corto plazo en la actividad económica y en el empleo, de una política de mayores tasas de interés como medida monetaria para contener la inflación y los efectos de la invasión de Rusia a Ucrania. El panorama es complejo y exige seriedad y transparencia; los candidatos deben destapar sus cartas y designar los equipos económicos con los que van a enfrentar este difícil panorama a partir de agosto