ana cristina restrepo j.
El pasado 17 de febrero renunció el editor político de The Daily Telegraph, Peter Oborne. Su retiro del diario conservador más importante de Gran Bretaña obedeció a que las directivas les exigían a los redactores prescindir de cualquier historia negativa del banco HSBC, su mayor anunciante.
Un conflicto de interés comercial se transformó en censura.
El mismo día de esa renuncia, un reportero y un fotógrafo de El Colombiano investigaban el proceso de restitución de tierras en Urabá. En Apartadó, el enviado especial recibió una llamada de Jorge Andrés Hernández de la Cuesta –accionista de este periódico– para acordar un encuentro y hablar sobre su misión periodística. Hernández le dijo que él era “su patrón”, acto seguido le señaló las fuentes de consulta: le exigió ir a Suganar (Subasta Ganadera del Urabá Grande) y evitar la Fundación Forjando Futuros.
Existe un reclamo de restitución de tierras sobre el predio Hacienda Flor del Monte, que figura como propiedad de Jorge Andrés y Juan Carlos Hernández
de la Cuesta.
En la zona, mientras el reportero caminaba solo hacia una droguería (el fotógrafo estaba en el hotel), fue abordado por dos hombres en una moto. “El Colombiano, vea, esto es para ustedes” (en plural): un sufragio con sus nombres. Al conocer los hechos, la directora, Martha Ortiz, organizó el regreso a la ciudad de los amenazados.
El cronista afectado le solicitó a este medio no hacer pública la amenaza, caviló que estar en el ojo del huracán podría entorpecer futuros trabajos de campo. Denunciaron ante las
autoridades.
Dos periodistas (ninguno amenazado) han renunciado al periódico tras estos incidentes.
El 29 de julio de 1955, Gustavo Rojas Pinilla decretó la censura de prensa. Algunos pormenores de la época están consignados en Mordaza, el diario secreto de un escritor público, de Fernando Gómez Martínez, director de El Colombiano. En un aparte, dice: “El más leve rumor va creciendo hasta adquirir forma y entidad de noticia gorda. Para el imperio de la verdad, ninguna cosa más perjudicial que la censura de prensa”.
Un conflicto de interés personal de algunos accionistas no puede derivar en censura.
Este caso ha sido ventilado en medios como El Espectador y Verdad Abierta. La Fundación para la Libertad de Prensa rechazó que “marcados intereses personales de los Hernández de la Cuesta sean presentados como lineamientos corporativos de El Colombiano y expuestos de manera directa a los periodistas en un tono que acentúa la subordinación jerárquica...”. Vale aclarar que las directivas de esta casa periodística no comparten la interpretación publicada por la Flip.
El Colombiano cumplió 103 años. Más que accionistas, los Hernández (a quienes no conozco) son portadores de un legado. Ofrecer su versión y no intervenir con el curso de las investigaciones periodísticas dignificaría estas páginas. La libertad de prensa es fundamental en toda democracia.