Por Susana Salazar Serrano
Universidad Pontificia Bolivariana
Comunicación - Periodismo, semestre 7
susanasalazarserrano@gmail.com
Como colombiana, desde pequeña he vivido y disfrutado cada uno de los goles de nuestra selección y he llorado junto a ellos en las derrotas, como cuando por primera vez logramos llegar a cuartos en el Mundial de Brasil 2014 y por un partido mal pitado, tal vez, nos quedamos con la ilusión.
Pero más allá de ese amor por nuestro equipo puedo decir que poco sé de fútbol y poco podría hablar en cuanto a temas técnicos. Sin embargo, hay una situación que nos debe preocupar a todos y que, a pesar de girar en torno a estos encuentros deportivos, poco tiene que ver con estos.
Desde que tengo memoria he oído hablar de las “barras bravas” y las peleas que día a día se presentan en los partidos de fútbol; en las noticias es muy común ver que antes o después de algún encuentro deportivo hay enfrentamientos entre bandos, unos que van desde golpes hasta heridas con armas blancas. Si bien las alcaldías de los municipios han tratado de controlar estas situaciones con campañas de respeto y fraternidad, todavía se siguen viviendo.
Estas barras surgieron por primera vez en Colombia en 1987, cuyo fin era animar de manera más efusiva a sus equipos, pero de eso ya no queda nada. Ahora los enfrentamientos se dan sin razón alguna y por el simple hecho de poseer una camisa de otro color. He tenido la oportunidad de hablar con barristas y ni ellos mismo saben cómo explicar el porqué de sus actos, se excusan con un simple “ellos nos provocaron”. Ahora se forma una gran pelea por un robo de un “trapo”, como lo llaman ellos, pues representa el honor de su equipo, pero más que defender ese tal honor, lo que hacen es dejar mal a un grupo de jóvenes que se la suda día a día en las canchas de fútbol para representar bien el nombre de una región o un club.
Estas situaciones lo único que demuestran es la intolerancia que se vive en el mundo del fútbol, donde gente inocente muere por llevar una camisa de un color en un lugar “equivocado”. Ningún acto de violencia debe ser justificado, y hasta que no comprendamos eso, seguiremos viendo las mismas noticias después de cada partido.
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