Es evidente que cada día son más claras las transformaciones en curso en el escenario global. Que el mundo posguerra fría, que para analistas neoconservadores norteamericanos era el inicio de un largo período de hegemonía norteamericana, ha quedado atrás y que por el contrario vamos en la dirección de un mundo multipolar, con una potencia emergente cada vez más sólida, China – lo que no significa el declive inevitable del poder norteamericano, que en campos como el militar y el tecnológico sigue siendo muy importante - y la configuración de unas relaciones globales diversas. En ese sentido, aunque para algunos, dentro de este nuevo contexto, sea preeminente el enfrentamiento de Estados Unidos con China – en la dimensión económica, especialmente -, no parece claro y tampoco hay evidencias fuertes de que estemos en el inicio de una nueva guerra fría, aunque eso será tema de discusión durante un tiempo.
Los acercamientos de Rusia y China en las dimensiones militar y estratégica, no deberían mirarse solamente como el inicio de la conformación de un nuevo campo, sino como una consolidación de identidades estratégicas frente a problemas similares; para Rusia su ‘operación especial’ en Ucrania o su contencioso con las Islas Kuriles frente a Japón – en ese sentido Rusia colocó en alerta máxima de combate su flota del Pacífico -, para China sus tensiones con lo que consideran la ‘provincia rebelde’ de Taiwán y su búsqueda de cierta predominancia en lo que se conoce como el mar de China. Igualmente es importante destacar las gestiones de la diplomacia China que llevaron a la reanudación de relaciones entre las dos potencias regionales de Oriente Medio, Irán y Arabia Saudita, que a su vez empieza a tener efectos sobre otros conflictos armados regionales como el de Sudán. Y los acercamientos en curso entre Turquía – potencia regional de Oriente Medio igualmente - y Siria.
También hay que decir que parecen estarse evidenciando fracturas al interior de la Unión Europea, a propósito del conflicto armado en Ucrania – las declaraciones críticas del presidente de Francia Macron, posterior a su visita a China lo reflejan; de la visita del presidente español Sánchez a China no es mucho lo que se ha conocido -, pero especialmente acerca de un eventual conflicto en Asia sobre el tema Taiwán, donde Macron ha expresado claramente que Europa no debería involucrarse en dicho contencioso.
Es claro que estamos frente a una re-emergencia de los BRICS – grupo de países que incluye a Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica - y la búsqueda de su consolidación como espacio de cooperación económica; un buen síntoma ha sido el asumir, coincidiendo con el viaje del presidente Lula de Brasil a China, la presidencia del Banco de Desarrollo de este grupo por Dilma Rousseff, ex presidenta de Brasil. Igualmente es importante destacar los acuerdos llevados a cabo entre varias de estas potencias, globales y regionales, para adelantar su comercio en monedas locales, debilitando, sin duda, al dólar como moneda hegemónica.
Parece evidente, entonces, que cada vez avanzamos hacia un multipolarismo global, con tres grandes potencias globales, China, Estados Unidos y Rusia y una serie de potencias regionales que buscan reacomodos.