La segunda “atracción más popular en Medellín” según TripAdvisor - un popular sitio web estadounidense que proporciona reseñas de contenido relacionado con viajes - es el Museo Pablo Escobar. Supera en popularidad atracciones como la Laguna de Guatapé, el Parque Explora o el Museo de Antioquia.
Cuando uno entra a Google Maps y hace zoom en El Poblado, ahí aparece este museo en compañía de la Universidad CES y el Centro Comercial El Tesoro como uno de los lugares destacados en el mapa. “Museo Pablo Escobar, Tour y Artesanías”, ubicado unos metros por encima de la Transversal Inferior antes de llegar a la Calle 10. En la página web pabloescobargaviria.com - una página sin presencia de logos de la alcaldía u otros entes gubernamentales - se encuentra todavía más información del lugar. “Conoce la historia de Pablo Escobar, desde su más íntimo y estrecho vínculo.... su familia. El museo dice ser manejado por Nicolás Escobar, el sobrino mayor de Pablo. Ofrecen varias “exhibiciones”: muebles de caleta, su primer carro de competencias, piezas de siniestros de sus aviones y helicópteros, su wetbike de James Bond, la Lambretta que utilizaba Gustavo Gaviria, entre otros artilugios. También ofrecen tours guiados dos veces al día - promocionados a COP 200.000 por persona – donde, además del museo, visitan otros lugares de la ciudad relacionados con el difunto “capo”. El paquete completo.
La fascinación que existe por Pablo Escobar y la historia del narcotráfico es innegable. Yo también la comparto: no pierdo la ocasión de leer crónicas, novelas o cualquier contenido que encuentre relacionado con la historia de Medellín en los 80s y 90s. Por más que nuestra historia sea trágica, no deja de ser cautivadora. Es apenas normal que sitios como el Museo Pablo Escobar emerjan en la ciudad. Y, sobre todo, es apenas natural que haya demanda del lado del turismo por conocer más de esta parte de nuestra historia.
Continuando unos metros más hacia el sur por la Inferior, hasta llegar a Los González, dirigiendo la mirada hacia oriente, se encuentran otros de los vestigios de la cultura del narcotráfico que permeó la ciudad: dos edificios de paredes blancas y relucientes que resaltan entre el verde y el ladrillo de las montañas, con piscinas y vidrios polarizados en sus balcones, rechinando con el resto del paisaje. Son iconos de la arquitectura narc-déco, un término acuñado por algunos. Monumentos a la opulencia, al gasto y la riqueza desenfrenada, un amargo recuerdo de la violencia y el enriquecimiento sangriento que marcó la vida de millones de colombianos. La narcoestética y la historia detrás de esta cultura sigue invadiendo la ciudad y moldeando nuestro presente, por más que queramos hacernos los locos.
Hace unos años se decidió sepultar el edificio Mónaco, un emblema del narc-déco en Medellín. Jamás estuve de acuerdo con demolerlo. Me habría encantado que - en vez de un “Museo Pablo Escobar” manejado por un tercero - se hubiera utilizado aquel inerte emblema de los excesos para contar la historia del narcotráfico en la ciudad.
Contar nuestra historia no es lo mismo que glorificarla. Si nosotros no nos encargamos de relatar ese pasado que moldea nuestro presente, por más que no queramos, alguien más lo contará por nosotros...
Adenda: El Museo Casa de la Memoria y otras iniciativas en honor a las víctimas del conflicto armado son grandes logros en este sentido. Lastimosamente, se han vendido mejor las historias de los victimarios.